En Internet los grandes números pueden pesar más allá de toda consideración.,En cierto sentido los seguidores en Twitter tienen el valor de una moneda, o más bien de muchas. Mejoran la imagen del titular de la cuenta, le levantan el ego, dan fe de su importancia, y hasta pueden propiciar oportunidades comerciales. La propia palabra seguidor sugiere que hay allí algo más que un curioso, y más bien algo así como un verdadero interesado en lo que tenemos que decir. The New York Times ha publicado una larga investigación sobre una “fábrica de seguidores” para la venta, donde se revela que hay un mercado negro para los interesados en comprarse el prestigio de un gigantesco séquito en Twitter. No importa que el séquito sea casi todo falso, en el sentido de inventado. En Internet los grandes números pueden pesar más allá de toda consideración. Para los entendidos ese mercado negro no es realmente noticia. Seguidores, clics, y todo lo demás, pueden ser comprados incluso legalmente en Internet desde hace ya tiempo. Una idea que para quienes vemos acumularse lentamente, o incluso muy lentamente, el número de seguidores (en varios años este columnista no ha alcanzado los 7,000) es más bien melancólica. El mercado negro inventa nombres y cuentas, o se los roba a internautas incautos, e incluso pone programas (bots) para acelerar los trámites de la falsificación. Si el comprador realmente sabe qué es lo que está comprando es un tema para ser debatido, aunque alguna sospecha debe producirle la súbita popularidad de su cuenta en Twitter, y los beneficios que ella le trae. El lado más oscuro del mercado negro en red sin duda son las fábricas de insultos despachados desde el anonimato, a los que no les importa pasar por reales, sino únicamente entregar su fétido encarguito. Pero también aquí el mensaje de fondo, como “soy un seguidor” o “esto es lo que pienso”, se ha independizado de las personas de carne y hueso. Así, las llamadas redes sociales se van volviendo cada vez más un escenario de ficción. Sintomáticamente, la Biblioteca del Congreso de los EEUU decidió hace unas semanas interrumpir sus 12 años de acopio de todo lo twitteado en el mundo, y limitarse a ciertos temas y eventos. Es evidente que para ellos se trata del fin de un entusiasmo que nació el decenio pasado.