He leído con gran satisfacción un pronunciamiento redactado por un conjunto de colegas (psicólogas y psicólogos, indica el documento), cuyo título es: “Contra el indulto y toda forma de engaño en la convivencia democrática”. Lo pueden leer aquí: https://psicologiacontraindulto.wordpress.com/. Me he sumado con entusiasmo, pues suscribo todo lo que ahí se afirma. Es extraño hablar de “satisfacción” y “entusiasmo” en una coyuntura tan deprimente, sin embargo hacen falta pulsiones eróticas (de vida) para luchar contra las tanáticas, que hoy pululan en las esferas del poder. El pronunciamiento subraya cómo se ha dado en los últimos días “un elevado grado de perversión en el uso del poder en el Perú”. De este modo se dañan gravemente “los efectos de resarcimiento psicológico y moral que emanan de la justicia”. Al institucionalizar la mentira y luego proponer una cínica reconciliación, el presidente erosiona la representación que albergamos del pacto social. Aun sin saberlo, cada peruano construye en su fuero interno una imagen de esta configuración en la cual nos inscribimos. Es análoga a la representación del propio cuerpo o nuestra familia. Sin esas imágenes que nos sostienen, no existimos. Al haberse comprometido con los deudos de las víctimas de Barrios Altos o La Cantuta a no indultar a Fujimori, y luego hacerlo sin recibirlos ni una sola vez, pese a sus reiterados pedidos, PPK no se da cuenta de los nocivos efectos que genera en la psiquis de todos. En su visión ensimismada y clasista, esos familiares son personas insignificantes. No comprende que ellos nos representan a todos, mucho más que los congresistas que nos avergüenzan o su gabinete de ministros “concolón”. Al engañarlos y maltratarlos, nos ataca a todos. Si la justicia en el Perú es como una de esas casas de familias de escasos recursos que levantan sus viviendas durante lustros, derribar una de sus vigas maestras para apuntalar la supervivencia de su mansión –y darle otra a Alberto Fujimori– es un acto de insensibilidad rayana en la crueldad. Y la cobardía. Como muchos otros, pienso que un indulto político a Fujimori era una opción viable para la gobernabilidad. Esto hubiera requerido una labor cuidadosa de reflexión con los familiares de las víctimas, así como explicaciones al país. Acaso, incluso, consultas con los organismos internacionales que hoy repudian la ilegalidad de la medida, tomada en condiciones de falsedad y encubrimiento. El resultado es que la situación política es más precaria que antes y, como bien lo señala el citado pronunciamiento, “se asesta un grave golpe en el mismo núcleo de la confianza, componente esencial para la construcción de cualquier vínculo, incluyendo el que forjamos con nuestros políticos.” Mucho se ha citado al Fausto de Goethe en relación a este pacto político que nada tiene de humanitario. Aquí va otra de ese libro inmortal: “Lo peor que puede ocurrirle a un hombre es llegar a pensar mal de sí mismo”. Me pregunto si PPK será capaz de esa indispensable reconciliación con la verdad.