De pronto ha reaparecido la palabra gobernabilidad en el debate político, ahora con un tono de urgencia. El vicepresidente que podría reemplazar a Pedro Pablo Kuczynski la ha usado en un tuit sobre la coyuntura. Los empresarios la usan como un valor en la sociedad. Cada vez más políticos se ubican bajo ese paraguas conceptual para explicar su actuación. En efecto hay la sensación de que un traspié terminal de PPK puede producir muchísimo más que su relevo o que una transición atropellada. Hay varias hipótesis catastróficas sobre esto, y todas coinciden en que el Perú podría ingresar en un callejón sin salida, entendido como un largo proceso de destrucción de institucionalidad y de capital. Si quienes hoy se están sumando a la amenaza de una vacancia creen que están allanando el camino a un nuevo gobierno viable, deberían pensarlo dos veces. En cualquiera de los escenarios post-PPK al uso, la gobernabilidad democrática queda hecha tiras. Pero muchos de ellos creen que podrán ganar algo en un río suficientemente revuelto. La supuesta búsqueda de nueva gobernabilidad empieza con acordes de desgobierno. César Nakasaki, el ilustre abogado, hace notar que “para la vacancia presidencial primero debe probarse la incapacidad moral del jefe de Estado. Y esta situación debe probarse con el debido proceso que la ley establece, no con debates en el Congreso o comentarios en la prensa”. Es decir, Nakasaki está diciendo que es inevitable que el proceso contra PPK correctamente llevado demore mucho más de lo que esperan los verdugos, y que las conclusiones de ese debate no son realmente predecibles. No es lo mismo que las sustituciones de donantes en los libros de cuentas de los partidos. No hay, pues, institucionalidad sin debido proceso, en los casos más importantes y en los otros. Si PPK tiene que partir o no es un asunto todavía a determinarse. Pero el respeto a las maneras y los medios para encarar su predicamento tiene que mantenerse en todo momento. Eso sin duda incluye moderar los modales de conventillo. El caos que reemplaza a la gobernabilidad no siempre es perceptible a primera vista. Pero sus efectos son inmediatos, y el camino de regreso de esa situación siempre es largo. También la prepotencia y la irresponsabilidad pueden devorar a sus propios hijos.