Para Luis Galarreta, presidente del Congreso, la reciente prisión preventiva de los ejecutivos de la construcción es una prueba de que “el control político del Congreso es positivo”. Su colega Miki Torres refuerza la idea: “Nos guste o no, el control político parlamentario da resultados”. Evidentemente están muy orgullosos de lo sucedido. Para el sistema judicial el golpe a su prestigio es doble. No solo se ha acusado constitucionalmente al Fiscal de la Nación, por supuestamente arrastrar los pies en su trabajo. Ahora una dramática decisión judicial en el caso Odebrecht es definida como resultado de una presión de la mayoría legislativa, que no duda en felicitarse por ello. Lo que Fuerza Popular está llamando control político es la supeditación del Poder Judicial a sus intereses, que en este caso consisten sobre todo en evitar que sigan las acusaciones e investigaciones a algunos de sus principales dirigentes. La expresión es exacta, pues a partir de aquí fiscales y jueces se van a sentir políticamente controlados. El autoelogio al control político es un mensaje a los cuatro vientos. No solo al Poder Judicial. También puede ser leído como una advertencia a Jorge Barata para que mida bien la orientación de sus delaciones, si acaso quiere que estas lleguen a tener efecto entre los encargados de convertirlas en decisiones de la justicia en el Perú. Debemos entender que el celebrado control político no es un acto específico y único, tramitado mediante la acusación al Fiscal de la Nación, sino una situación difusa y permanente, que pone en manos de FP el mango de la sartén judicial del país. Lo que se viene llamando el golpe parlamentario ha dado así un importante paso hacia el poder total del Estado. A FP le puede resultar difícil reunir los dos tercios del Congreso indispensables para destituir al Fiscal de la Nación en esta oportunidad, pero de ninguna manera imposible. El control político también puede ser ejercido sobre las minorías parlamentarias, y de hecho a menudo lo es de manera natural en el día a día del Congreso. Ya pueden fiscales y jueces desgañitarse afirmando que no responden a presiones políticas de ningún tipo. La línea de tiempo de lo recién sucedido es elocuente. Y si faltara elocuencia, allí están la de Galarreta y la de Torres, en su nuevo papel de controladores políticos de la justicia.