A ver quién tira la primera piedra en medio de este lío.,Un aspecto positivo, si cabe, de las acusaciones que se están produciendo contra sectores tan diversos como políticos de izquierda o empresarios, es que ayudarán a erradicar la idea absurda de la existencia de reservas morales. Se alude, ciertamente, a las acusaciones en marcha a la ex alcaldesa de izquierda o a directivos de empresas del país que encabezaban los ránkings de reputación corporativa. Debe haber muchas definiciones de reserva moral, pero podría hablarse de esos sectores o hasta personas que se constituyen en depositarios de la interpretación de lo que es bueno y malo y que, por tanto, actúan como oráculos éticos y referentes sobre lo que se debe hacer y no se debe hacer. No está mal que existan personas valiosas que sean ejemplos para el resto, pero el problema de caer en creencias a priori que convierten en referentes del bien y el mal a algunos sectores es que afecta desde las decisiones en una elección hasta los procesos de hacer justicia. Es el caso, por ejemplo, de la izquierda en la política, pero que también puede aplicarse a creencias populares de que las mujeres son más honestas que los hombres, que algunos grupos étnicos tiene valores superiores a los de otros, o que algunas profesiones tiene una ética más elevada que las de otras. Al presidente del poder judicial, Duberlí Rodríguez, por ejemplo, le preguntaron ayer cuál es la reserva moral que tiene el país y respondió, con entusiasmo, que es la iglesia y las rondas campesinas y urbanas del interior que trabajan de manera desinteresada, sin cobrar, y exponen su vida contra la delincuencia. Pero estoy seguro de que entre los ronderos debe haber buenas y malas personas, que en la izquierda pueden darse buenos y malos ejemplos, desde lo ocurrido en el municipio de Lima hasta –en el plano internacional– lo sucedido con Lula y compañía, y que en la iglesia se pueden encontrar a buenas personas pero, también, a violadores o ladrones Pensar que hay profesiones más éticas que otras es absurdo, como creer que eso ocurre con curas o periodistas, y es tan absurdo, además, como imaginar que hay corrientes políticas más honestas que otras. Es tan absurdo como la propuesta que anda por ahí de crear un Consejo Nacional de Moral Pública (CNMP). En todas las actividades, profesiones, sectores políticos, etc., hay personas buenas y malas. Creer a priori que determinados grupos son mejores que otros es un gran absurdo que afecta, entre otras cosas, las investigaciones anticorrupción.