A sus 60 años, Nuccio Ordine es un hombre alto y erguido, que habla con un énfasis persuasivo y contagioso. Este profesor y filósofo italiano obtuvo un sorprendente éxito con su ensayo «La utilidad de lo inútil», donde reflexionaba sobre la importancia de esos conocimientos que en la escala de valores actuales no producen «beneficios», como la literatura o la filosofía. Entre 2014 y 2015 publicó una columna en el semanario «Sette» del Corriere della Sera, donde comentaba breves fragmentos de clásicos literarios. Las reseñas acaban de ser compiladas en «Clásicos para la vida (Una pequeña biblioteca ideal)» (Acantilado). Por si existen dudas, ahí queda demostrada la actualidad de estos libros inmortales y clarividentes que muchos creen aburridos y desfasados, cuyas reflexiones se aplican perfectamente a los problemas de la actualidad. Sobre la corrupción, que vuelve a golpearnos con el caso Odebrecht, está una frase de «El pobre Goriot» de Honoré de Balzac: «¿Sabe cómo se abre uno camino aquí? O por el resplandor de la genialidad o por la maña de la corrupción. […] la corrupción abunda, el talento escasea. Por lo tanto, la corrupción es el arma de la mediocridad, que abunda». Puede complementarse con la máxima que guiaba a esa familia de negociantes que son «Los Buddenbrook» de Thomas Mann: «Atiende con placer tus negocios durante el día, pero emprende solo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche». A la «ideología de género» puede aplicarse esta frase de «Los ensayos» de Montaigne: «Las leyes de la conciencia, que decimos nacer de la naturaleza, nacen de la costumbre». Gabriel García Márquez parece hablar de los fake news en «Cien años de soledad»: «Enseñó al pequeño Aureliano a leer y escribir […] y le inculcó una interpretación tan personal de lo que significó para Macondo la compañía bananera, que muchos años después, cuando Aureliano se incorporara al mundo, había de pensarse que contaba una versión alucinada, porque era radicalmente contraria a la falsa que los historiadores habían admitido y consagrado en los textos escolares». Sobre los maestros, que generaron zozobra este año con su huelga general, está la carta que dirigió Albert Camus a Louis Germain, su profesor de Argel, al recibir el Nobel: «Cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y luego en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto». Sobre los nacionalismos –ese cáncer de la actualidad, que ha producido el Brexit y el intento de independencia catalana– se pronuncia Montesquieu en sus «Pensamientos»: «Si supiera alguna cosa que me fuera útil y resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si conociera alguna cosa útil para mi familia, pero que no lo fuera para mi patria, trataría de olvidarla. Si conociera alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa, o útil para Europa y dañina para el género humano, la consideraría un crimen». Sobre la violencia de género habla «Ciudadela» de Antoine de Saint-Exupery: «No confundas el amor con el delirio de la posesión, que causa los peores sufrimientos. Porque, al contrario de lo que suele pensarse, el amor no hace sufrir. Lo que hace sufrir es el instinto de propiedad, que es lo contrario del amor».