El Consejo de Ministros presidido por Mercedes Aráoz obtuvo la confianza del Congreso respecto de la política general del gobierno, cosa que está muy bien, y que esperemos abra un periodo de cooperación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Hay muchos elementos que apuntan a que las tensiones bajarán en los próximos meses: como señaló Aldo Mariátegui, entre el repechaje con Nueva Zelanda, la visita del papa, el mundial de fútbol y las elecciones regionales y municipales, la atención no estará tan centrada en el gobierno. Además, una ligera recuperación económica se dará que probablemente repercuta en una mejora del ánimo ciudadano. Si hasta hace poco en parte de la prensa se especulaba (exageradamente) sobre si el presidente Kuczynski podría terminar su mandato, dada su extrema debilidad, ahora los nubarrones parecen haberse disipado. La flamante presidenta del Consejo de Ministros ha entendido correctamente que en la pura confrontacion el gobierno (y el país) tiene mucho que perder. Y en la conformación del nuevo gabinete limó las aristas excluyendo a los ministros más cuestionados de Fernando Zavala. Pero solucionado un problema, ahora el que aparece es, ¿cuál es el rumbo político del gobierno? ¿Cuáles sus prioridades, reformas, agenda? ¿Basta con aspirar simplemente a durar? En el discurso de Aráoz se habla de “revolución social” y de lucha contra la corrupción como “ejes transversales” y de “cuatro ejes funcionales”: igualdad de oportunidades, fortalecimiento productivo, reactivación económica, y seguridad y prevención de riesgo de desastres. Queda claro que se quiere correr bien la ola de la recuperación económica, siguiendo la lógica de desburocratización y del “destrabe” de la inversión pública, y que la reconstrucción del norte y acciones de prevención serán importantes. Pero de la “revolución social” no hay mucho, más allá del énfasis en proyectos de agua y vivienda, donde seguramente la figura de Bruce adquirirá protagonismo; el MIDIS, por el contrario, aparece más bien disminuido. En cuanto a lucha contra la corrupción, por ejemplo, no se aludió a la agenda presentada por la Comisión Presidencial de Integridad. Y en general, más allá de diversas medidas en cada sector, no se perciben grandes metas o agendas ambiciosas. Los sectores que se ven más dinámicos en lo que va del gobierno son Interior y Relaciones Exteriores, donde ha primado la continuidad y un ímpetu por hacer cosas relevantes. También hay continuidad, por supuesto, en el manejo económico, y seguramente se superarán los baches que se presentaron durante la gestión de Alfredo Thorne. Pero hay muchos temas que son clave, de los que quisiéramos saber más. ¿Qué hay respecto de la reforma del Estado y la implementación de la ley de servicio civil? ¿En qué quedará el Acuerdo Nacional por la Justicia? ¿La profundización de la lógica meritocrática en la reforma educativa y la implementación del nuevo currículo nacional? ¿La reforma del sector Salud? ¿El combate a la pobreza y propuestas de desarrollo para las regiones más postergadas? El asunto es que el actual consejo de ministros, más allá de la propia Aráoz, Luna, Basombrío y Bruce, no parece contar con figuras dispuestas a comprarse pleitos que valgan la pena y liderar iniciativas reformistas. Como en los minutos finales del Perú–Colombia, parece que el gobierno juega a no perder, antes que a ganar. Pero debería aspirar a marcar algunos goles, a diferencia de los minutos adicionales de ese partido de fútbol, llevamos apenas un año y dos meses de gobierno. Falta demasiado para ser tan conservador.