Falta de instituciones sólidas, gobernanza, ética y justicia.,Mientras crece el reclamo por el fortalecimiento de la institucionalidad, el elenco estable del país se dedica a demolerla con un entusiasmo que da pena. La institucionalidad fue el tema de este año del Foro Visiones, que es impulsado desde 2010 por la Cámara Oficial de Comercio de España y la Embajada de España, como espacio de reflexión sobre el desarrollo, y en el que tuve la oportunidad de participar. El planteamiento es que el crecimiento económico no ha tenido correlato con el desarrollo institucional, lo cual se vuelve obstáculo para la competitividad. Justo el Perú acaba de registrar su mayor caída en una década en el ranking mundial de competitividad del Foro Económico Mundial, al caer 11 puestos desde 2013. Hoy está en el lugar 67 de 137 países. La débil institucionalidad complica todo, desde la perspectiva empresarial hasta la vida del ciudadano. Y la responsabilidad incluye a varios integrantes de ese elenco estable de la política peruana que creen que pueden actuar según su reverenda gana. Pero también es culpa de la santa paciencia de una sociedad demasiado tolerante frente a estos vándalos del esfuerzo por la construcción institucional que actúan con una desfachatez que raya en la sinvergüencería. Por ejemplo, cuando se tolera que el cardenal Juan Luis Cipriani grite qué diablos tiene que ver el viceministro de Seguridad Pública en la seguridad del lugar donde el Papa Francisco oficiará la bendita misa. Y que el fujiaprismo avale la pataleta, con el presidente del congreso Luis Galarreta al frente, para que la misa se haga donde le convenga al cardenal, al margen del riesgo ciudadano. Y la premier y el ministro de Trabajo le mueven el piso al viceministro de se-gu-ri-dad-pú-bli-ca, olvidando que esa es, justamente, su obligación. Si fuera ministro hoy, don Alfonso Grados Bertorini habría dicho otra cosa. Cipriani y su corte no están solos. Dos ejemplos de estos días. La presidenta de la comisión Lava Jato, Rosa Bartra, proclama que no hay elementos para citar a Alan García y Keiko Fujimori (a quien ella le pone likes en el Facebook cuando escribe sobre Lava Jato). Y cuando hasta el Apra le responde que sí hay elementos, da marcha atrás coronando su papelón. Deberían destituir a esa pobre señora. O está, también, la congresista Yeni Vilcatoma que desafía a la razón al plantear que se debe denunciar a los magistrados del TC que fallen contra el Estado. Así como lo escucha. Sin instituciones sólidas, gobernanza, ética y justicia, el Perú seguirá inmovilizado por la culpa de ese penoso e inmoral elenco estable.