Sobre los ‘brazos ejecutores’ de los presidentes corruptos.,El informe de César Romero publicado ayer en La República sobre la coincidencia del banco que transfirió el soborno para las líneas 1 y 2 del Metro de Lima en el gobierno del ex presidente Alan García, con el que también se usó para pagar sus conferencias, no es una acusación concluyente, pero sí constituye indicio razonable de irregularidad que el Ministerio Público debe investigar. Un MP que investigue con el mismo entusiasmo a todos los ex presidentes y figuras políticas de primer nivel, y no como el que, lamentablemente, ocurre cuando aparece la oportunidad ineludible en los interrogatorios de preguntar sobre Alan García –o Keiko Fujimori– y a los fiscales les viene una carraspera que acaba en afonía. Porque no hay que olvidar los lazos tan antiguos como sólidos del Apra –y, principalmente, de García– con fiscales y jueces. Pero el reportaje publicado ayer será un escollo difícil de eludir por el MP. El mismo informa que el ex viceministro de Transportes y Comunicaciones del gobierno aprista, Jorge Cuba, transfirió su parte del soborno de US$ 8.1 millones del Banco Privado de Andorra al Banque Suisse Italienne, propiedad del BTG Pactual, el mismo que contrató al ex presidente García dos conferencias por las que le abonó honorarios por US$ 100 mil. Puede ser simple coincidencia, pero, por la propia tranquilidad del ex presidente García, mejor investigar a fondo y con imparcialidad. Esto ocurre cuando se han identificado a ya no pocos funcionarios de segunda línea del segundo gobierno de García que han recibido dinero de la corrupción de Lava Jato. Cuando en febrero pasado se reveló el soborno de US$ 20 millones recibido por el ex presidente Alejandro Toledo por parte de Odebrecht para beneficiarla en la construcción de la interoceánica, García comentó algo particularmente interesante ahora: “Acusan al señor Toledo, pero el señor Toledo tenía ministros. El presidente no actúa, no hace obras, no contrata. Cuando un presidente se corrompe, tiene ministros que son sus brazos ejecutores, y eso es lo que tenemos que seguir investigando”, porque, concluyó, “en este país nadie tiene corona, todos están sujetos a indagación, escrutinio e investigación”. Tiene razón AG: los presidentes no se corrompen solos. Un jefe de estado podría cobrar una coima él solo para parar un proyecto, pues para eso basta su orden, pero para sacarlo adelante se requieren muchas personas, como viceministros o vicepresidentes de empresas estatales. Mejor investigar a fondo, bien y rápido.