Tanto PPK como Keiko pierden imagen en agosto.,Habría sido extraño que la aprobación de la opinión pública al desempeño del presidente Pedro Pablo Kuczynski subiera en el mes de agosto, porque lo que se está extendiendo en el país es la sensación de que las cosas no están yendo bien. Puede ser una sensación algo injusta pues no todo va mal. El subdirector de El Comercio, Enrique Pasquel, señalaba el domingo que “estamos mejor de lo que parece” a partir de algunos registros interesantes en rubros críticos para la población como la seguridad, la corrupción, la economía y la democracia. Es un asunto discutible. En seguridad hay indicadores positivos de la gestión del ministro Carlos Basombrío y en democracia, pues ahí vamos todavía, pero en corrupción aún no se observa voluntad política real de avanzar en la aplicación de un plan anticorrupción contundente, y en economía, el año que pasó se reconoce hasta en el gobierno que fue malo. Pero el comentario de Pasquel ayuda a recordar que las cosas nunca son blanco o negro, y que el matizado del gris suele estar más cerca de la verdad. La opinión pública, sin embargo, está viendo la situación nacional de un modo mucho más pesimista, lo cual se expresa en todas las encuestas que van a apareciendo. La última de Ipsos indica que la aprobación de PPK cae por tercer mes consecutivo llegando a 29% en agosto –cinco puntos menos que en julio–, el nivel más bajo en lo que va de su gobierno de todavía solo un año. Esos cinco puntos menos del último mes son la factura por las huelgas en la educación y la salud, que contribuyen a reforzar la creencia ciudadana de que el gobierno está perdiendo capacidad de control en el país, en un contexto en el que la economía se ha enfriado y la política se ha calentado por todas las acusaciones de corrupción que siempre ensombrecen la perspectiva de la gente. Una expresión de ello es que PPK no es el único que pierde aprobación, pues la lideresa de la oposición, Keiko Fujimori, también perdió imagen en agosto al caer en cuatro puntos hasta 38%, algo que coincide con la ola brasileña de Lava Jato, que ya alcanzó a la presidenta de Fuerza Popular. El mensaje es claro: la dinámica política que se está construyendo en el país afecta al gobierno y a la oposición, abriendo espacios para que nuevos rostros no contaminados por el fragor cotidiano puedan abrirse paso. Las elecciones municipales y regionales del próximo año serán un globo de ensayo de lo que está ocurriendo, pero, principalmente, de lo que este fenómeno puede implicar para la presidencial del bicentenario.