Las revelaciones que hace el ministro Carlos Basombrío sobre una línea de mando Abimael Guzmán-Movadef comprobable en los documentos son palabras mayores. Sus declaraciones aparecen cuando en el sur andino una porción del movimiento magisterial con dirigentes sindicados de tiempo atrás como miembros del Movadef lleva adelante una huelga con fuertes elementos políticos. La primicia no es que Guzmán y su entorno estén promoviendo un instrumento electoral a futuro, que es a lo que aspira el Movadef. El objetivo a partir de allí es contar con la fuerza movilizadora que pueden dar las campañas electorales y las autoridades elegidas. El perfecto complemento de las demás tácticas que hoy emplea Sendero Luminoso. Lo novedoso, por así llamarlo, es la forma como en estos días algunas autoridades legalmente elegidas se vienen inclinando ante las fuerzas sindicalmente movilizadas del Movadef. En esto hay grandes dosis de temor, de inconciencia y de irresponsabilidad, que terminan sumando una ignorancia de la naturaleza de sus cargos. Desde el anterior ciclo de huelgas, en el 2012, varios gobernadores regionales se han venido resistiendo a descontarles haberes a los maestros huelguistas, a pesar de las claras instrucciones del gobierno central. En esta ocasión ha sucedido lo mismo, que habla con elocuencia de las prioridades políticas de esas personas. El caso de Edwin Licona, el investigado gobernador del Cusco, es emblemático. Sus declaraciones sobre la huelga magisterial descalifican la línea tomada por el gobierno en el tema, minimizan el violentismo de las acciones, y sibilinamente se suman a los reclamos de los dirigentes sindicales hoy intransigentes. El premier Fernando Zavala lo ha llamado al orden sin atenuantes, instándolo “a asumir las funciones constitucionales y legales que le competen, es decir, garantizar el derecho a la educación de los niños al aplicar descuentos de ley a docentes que no asisten a clase”. Hasta ahora Licona no responde. Guzmán a través de Movadef, y luego otras organizaciones similares están contando con la abundancia de este tipo de personajes intermedios, que no tienen problemas para moverse entre el Estado y sus enemigos (no solo los políticos). Los conflictos los sacan a la luz, pero también actúan en el día a día de sus cargos. El objetivo a partir de allí es contar con la fuerza movilizadora que pueden dar las campañas electorales y las autoridades elegidas.