Una gran alegría, por Rosa María Palacios

¿Qué milagro del Espíritu Santo tiene que haber obrado sobre los otros 132 cardenales electores para que el “padre Roberto”, como se le conoce en el Perú, sea hoy el Papa? Entre lágrimas y gritos de júbilo, han pasado los días y la impresión no nos abandona. ¿Qué regalo de Dios es este?

Cuando se abrieron las cortinas del balcón de la Basílica de San Pedro en Roma y el Cardenal protodiácono nombró a Monseñor Robert Prevost como el elegido Papa León XIV, los católicos peruanos saltamos de emoción. Es una extraña conmoción la que sucede. Una mezcla de asombro, alegría y esperanza. ¡Si es uno de los nuestros! ¿Cómo es eso posible? ¿Qué milagro del Espíritu Santo tiene que haber obrado sobre los otros 132 cardenales electores para que el “padre Roberto”, como se le conoce en el Perú, sea hoy el Papa? Entre lágrimas y gritos de júbilo, han pasado los días y la impresión no nos abandona. ¿Qué regalo de Dios es este?

No es que los últimos Papas no se hayan esforzado mucho en ser cercanos con el Perú. Sus viajes pastorales, sus encíclicas, sus intervenciones por las causas más dignas de la humanidad, los han hecho parte de nuestras vidas. Desde niños, a los católicos se nos enseña a amar al Santo Padre y a rezar por él y sus intenciones. Sin saber siquiera cuáles son estas, porque siempre serán las mejores para la iglesia y esa iglesia somos nosotros mismos. El sucesor de Pedro, lejos, en el Vaticano, se ocupa de las cosas importantes, de las que nosotros, simples laicos, sabemos poco o nada. Pero con obediencia, confiamos y no somos defraudados. Aunque a veces, todo hay que decirlo, sí lo somos y en grande. La iglesia de Dios es, también, la iglesia de los seres humanos.

Pero hoy el asunto para los fieles peruanos y en especial, para los chiclayanos es éste: este pastor conoce a estas ovejas porque “habitó entre nosotros”. Un Papa misionero es una novedad para la iglesia, porque su misión reiterada, en tres momentos, en más de 20 años de vida en el Perú, en un largo periodo de 40 años, fue ir a los márgenes, ahí donde el Papa Francisco reclamaba pastores con olor a oveja: Chulucanas, Trujillo y Chiclayo. Su último retorno al Perú, luego de ser el superior general de los Agustinos, refleja ese cariño por el “pueblo fiel” chiclayano. Podría, ya en ese momento de su vida, haber sido obispo en cualquier lugar del mundo y eligió regresar a la pobreza de una diócesis donde todo está por hacerse y donde todo hace falta, para convertirse, por voluntad propia, en peruano. ¿No es acaso un reto mucho mas grande hablar del amor de Dios a un pueblo que muere por falta de lo mínimo? ¿No es una tarea titánica hablar de paz y de perdón cuando todo es escaso?

Hay muchas historias de fe que nacen de esa cercanía que no paran de compartirse en estos días. ¿Cuánto hemos tenido que luchar en el Perú para que los migrantes venezolanos sean acogidos en toda su vulnerabilidad? ¿Cuántos que saludan hoy la elección del Papa han discriminado y estigmatizado como delincuentes a aquellos que en su desesperación han venido en busca de auxilio? En Chiclayo Monseñor Prevost les dio un lugar, en sus comedores y en el acompañamiento, para que puedan emprender, como lo van contando a los periodistas extranjeros que hoy invaden la ciudad. El buen samaritano es ese, el que auxilia al “otro”, al extranjero, al ajeno.

Los pobres, las mujeres, los niños abandonados, los abusados, los deudos de las víctimas de la violencia, los presos, los que desesperadamente buscan el pan de cada día, los damnificados, los que están solos, los enfermos (y los que morían por falta de oxígeno en la pandemia) esos son los llamados con esta elección porque tenemos un Papa que los priorizó y les dedicó su vida. No como una ONG, sino poniendo en el centro a esos Cristos. Ese es el “pueblo fiel”, pese a toda adversidad.

De todas las historias que contaran en estos días, dos me tocan de cerca. Monseñor Prevost fue uno de los cinco obispos que rescató a la PUCP. Se compró el pleito de restituirle a mi universidad lo que se pretendió arrebatarle: su autonomía. Camino entre nosotros, como miembro de la Asamblea Universitaria. Se empapó del tema y sin sectarismos, mantuvo una universidad abierta al mundo, a la ciencia y al diálogo con la fe. Mucho ya le debíamos al Papa Francisco y ahora le debemos al Papa León XIV.

Mi segunda historia es su relación con las víctimas del Sodalicio a las que puso en el centro. Por hacerlo, lo denigraron inventándole una campaña asquerosa de mentiras e infamias que, siendo el Espíritu Santo siempre mucho más, no prevaleció en la conciencia de sus hermanos electores cardenales. Defender a los débiles, tiene enormes costos. Nos queda esa lección. Le hicieron a Monseñor Prevost lo mismo que a Monseñor Scicluna y Monseñor Bertomeu; lo mismo que han hecho contra mis amigos periodistas Paola Ugaz, Pedro Salinas, Daniel Yovera y contra decenas de víctimas que han esperado por décadas un acto de justicia, que llegó con el Papa Francisco y permanecerá con el Papa León XIV.

De Chicago a Chiclayo, pero de ahí al mundo. El Papa León XIV, de 69 años, puede tener un largo papado. Conjuga muchas de las necesidades que un perfil mínimo, para estos tiempos turbulentos, demandan: edad, continuidad con Francisco y experiencia pastoral profunda en sinodalidad. Pero es también un hombre de mundo, que ha sido 10 años superior general de los agustinos en todo el planeta y que conoce bien la geopolítica que le toca enfrentar frente a la Santa Sede. Con un doctorado en derecho canónico y poliglota, ha tenido posiciones muy claras en defensa de los derechos humanos en momentos críticos de la historia peruana. Desde Fujimori, hasta Dina Boluarte, con la prudencia y firmeza debida, ha dicho lo que debía decirse en defensa de la vida. Eso puede dar una pista de cómo será su magisterio.

Mientras tanto, este gobierno no nos da tregua. No nos hemos recuperado de la impresión feliz de los buenos tiempos para la iglesia y ya se colaron más leyes pro-delincuencia que hacen aún más difícil lograr un mínimo de paz social. La extinción de dominio prácticamente no existe y los adolescentes de 16 años (pese a existir un tratado que lo prohíbe) serán sentenciados como adultos cuando no tienen desarrollada ni la voluntad de obrar, condenándolos a una vida sin una oportunidad. ¿Así quiere viajar a Roma Dina Boluarte con un séquito de congresistas? Tengan cuidado, políticos locales. Este Papa sí los conoce y conoce la pastoral penitenciaria como para saber de qué están pecando con este espantoso populismo penal.

Rosa María Palacios

Contracandela

Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia Comparada por laUniversidad de Texasen Austin. También ha seguido cursos en la Facultad de Humanidades, Lengua y Literatura de laPUCP. Einsenhower Fellowship y Premio Jerusalem en el 2001. Trabajó como abogada de 1990 a 1999 realizando su especialización en políticas públicas y reforma del Estado siendo consultora delBIDy delGrupo Apoyoentre otros encargos. Desde 1999 se dedica al periodismo. Ha trabajado enradio, canales de cable, ytelevisiónde señal abierta en diversos programas de corte político. Ha sido columnista semanal en varios diarios.