El peligro del aforo infinito en Machu Picchu: evalúan aumentar las visitas a la ciudadela de 4,500 a 27,000 turistas al día

Por José Víctor Salcedo Ccama

En Machu Picchu paseaban los turistas. Subían por las terrazas y la escalera de fuentes; pasaban por el Templo del Sol y del Cóndor, el Palacio Real y el Torreón. Conocían la ciudad que mandó construir Pachakuteq y disfrutaban el momento. La escena ocurrió mucho tiempo antes, cuando con un solo boleto se podía recorrer toda la ciudad inka y quedarse hasta el atardecer. No había, como ahora, un boleto distinto para cada circuito. Nadie se apuraba a salir en una o dos horas.

Entonces solo podían entrar 2.500 personas en un día. Era la capacidad de carga establecida en el Plan Maestro de Machu Picchu, aunque no siempre se cumplía. De abril a octubre había días en que llegaban más de 3.000 turistas. No se les podía impedir la entrada. Pero era la excepción a la regla. Esa excepción, ahora, el Viceministerio de Patrimonio e Industrias Culturales del Ministerio de Cultura pretende convertirla en norma: quiere modificar la gestión de los tres circuitos, reducir el tiempo de visita y aumentar las visitas a 27.000 por día. Actualmente ingresan 4.500.

Ni siquiera la anterior ministra de Cultura, Leslie Urteaga, se atrevió a tanto. Ella subió el límite por temporadas a 3.000 y a más de 4.000. Ahora buscan multiplicarlo sin sustento técnico ni atención a la conservación del patrimonio. Ni los más entusiastas empresarios del turismo se habrían imaginado algo así.

PUEDES VER: Sanctuary Lodge: juzgado revoca medida cautelar a trabajadores de hotel en Machu Picchu

La propuesta, según documentos a los que accedió La República, consiste en aumentar la carga, acortar el tiempo de las visitas y bajar el costo de los boletos a 35 soles. Dejar entrar a más personas y recaudar menos. Con 4.500 visitas diarias y la tarifa general actual, que va de 32 a 200 soles, se recauda en promedio 500.000 soles. Con la propuesta de Valencia, ingresarían 27.000 turistas a 35 soles y se recaudaría 945.000. Se sextuplicaría el aforo, pero se recaudaría el doble. Se gana menos, y además se pone en riesgo a la ciudad inka. Un mal negocio, desde donde se lo mire.

Esta propuesta se alinea con quienes siempre impulsaron el aumento de las visitas, amparados en la media verdad de que el Cusco vive del turismo y en la excusa de reactivar la actividad turística: empresarios del turismo y pobladores de Machupicchu Pueblo.

Hay que proteger la ciudadela para generar más turismo

La DDC Cusco envió su informe al Viceministerio de Patrimonio e Industrias Culturales el 21 de abril: la conclusión fue que la propuesta era inviable. Otros especialistas también cuestionaron el planteamiento. Consideraron que es una medida inviable, peligrosa para la conservación de la ciudad inka y restrictiva para el turista.

La oposición se sustenta en estudios técnicos. Según el informe del consultor externo Douglas Comer, contratado por la DDC Cusco en 2015 para el estudio de la capacidad de carga de Machupicchu, la acumulación de personas en un mismo espacio acentúa el deterioro en un área protegida. Todo aumento, advierte Comer, pone en riesgo espacios arqueológicos, plantas y animales y las fuentes el agua. Habla de daños irreversibles: el paso del tiempo y la presión de visitantes degrada la arquitectura monumental.

Aumentar el aforo deterioraría las escaleras y senderos con pisos de tierra y aceleraría la compactación de los suelos. Hoy, esas áreas se protegen con geoblock, unas rejillas de plástico que permiten el crecimiento de hierba y cumplen una función de contención contra la erosión. “Si con el número actual de visitantes tenemos problemas, imagínense con 27.000, ¿cómo va a quedar el monumento?”, cuestionó el antropólogo Fernando Astete Victoria, ex jefe del Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu.

PUEDES VER: Más de 5.000 procesos serán archivos por reforma legislativa a ley de extinción de dominio

En 2017 y 2018 se documentó el desgaste de la superficie de las piedras en escalinatas y plataformas de los caminos, y el deterioro de las estructuras. En temporada de lluvias, el suelo se vuelve más vulnerable, y cuando se pierde la estabilidad de las terrazas y muros, su preservación queda comprometida. El consultor Carlos Cano Nuñes señaló en 2018: “El desgaste muy agresivo se presenta con mayor intensidad en el sector de la Casa del Guardián, debido al impacto que realizan los visitantes al desplazarse por la irregularidad que presenta la geomorfología del tramo”.

Para Astete, en tanto, los pisos se están endureciendo y no basta, como algunos creen, con colocar geoblock por todo lado. Los pisos endurecidos impiden que el agua de las lluvias se filtre como lo hacía antes. El agua se empoza o discurre y chorrea por los paramentos de los muros. A esto se suma Cano: “El desgaste de la estructura pétrea en los pasos y contrapasos de los peldaños de la escalinata están relacionadas al flujo de visitantes y la carga que reciben en horas punta donde el rozamiento es mayor”.

El cambio propuesto también dificultará el control, como ya ocurre ahora, de la conducta corrupta de algunos vigilantes de Machupicchu y guías de turismo, que cobran a cambio de dejar pasar a los turistas de un circuito a otro. El año pasado, una periodista de Folha de S. Paulo, de Brasil, descubrió esa práctica especialmente en el circuito 2, que es el más demandado. Un guía le propuso dejarla pasar del circuito 1 al 2 a cambio del pago de 10 dólares.

El aforo debe subir con sustento técnico no por demanda turística

No se puede negar el aporte del turismo. Solo en 2024 llegaron 2.08 millones de personas al Cusco y el 57 % visitó Machupicchu. Cada turista gasta entre 150 y 180 dólares por día. Esta actividad aporta el 15 % al PBI y genera 120.000 empleos en una región con una población económicamente activa de 800.000. Aun así, no es la principal fuente de ingresos ni la que más trabajo crea.

Cuidar este sector y desproteger Machupicchu equivale a matar el turismo del futuro. Eso se sabe desde 2015. El estudio de Douglas Comer estableció la carga en 2.500 visitas diarias y propuso medidas para aumentarla hasta 5.940. Comer planteó cuatro escenarios: mantener el statu quo con 2.500 visitas diarias; reducir el costo de la entrada vespertina para evitar aglomeraciones solo en la mañana; implementar nuevos circuitos, rampas de salida y entrada y horarios mejorados; y, por último, a lo anterior sumar la habilitación de nuevas áreas de explicación, un centro de interpretación previo al ingreso, y restringir o cerras zonas vulnerables o saturadas. Solo así, según Comer, se podría alcanzar la carga teórica de 5.940. De hecho, poco se hizo para cumplir esas condiciones. Las veces que se aumentó la carga fue en función de la demanda turística.

Los tres circuitos vigentes en Machupicchu fueron implementados hace apenas diez meses, en junio de 2024. Quieren cambiarlos de buenas a primeras, sin analizar el tiempo de permanencia, los desplazamientos y la exposición de los guías. De lo poco que se sabe, el turista, o grupo de turistas, tendrá una hora de visita. Habrá dos paradas para las explicaciones del guía, los grupos ingresarán cada 20 minutos de seis de la mañana a cuatro de la tarde, y los recorridos serán más cortos.

Las escalinatas y caminos se convertirán en una cola interminable, y nadie podrá disfrutar el recorrido. No hay que olvidar que, cuando aumenta el flujo de turistas, crece la congestión y la experiencia se resiente. Según las encuestas de Comer, el 91,5 % de los turistas se declaraba satisfecho con su visita, aunque esa cifra empezaba a descender.

Además, para atender el mayor flujo de visitantes, habría que duplicar la flota de buses hacia la ciudad inka: de 22 unidades para 30 pasajeros a 44 o más. Sin embargo, esto contraviene el límite de tránsito de la carretera Hiram Bingham, establecido por el Sernanp.

La cuestión no es poner números

Después de la pandemia aumentaron varias veces el aforo a Machupicchu. Un día, antes de uno de los incrementos, Fernando Astete recibió una llamada de una de las directoras del Ministerio de Cultura. Le pidió su opinión como especialista que trabajó treinta años en el cuidado de Machupicchu. “Le dije que seguramente contratarían a un profesional del nivel o mayor nivel que el doctor Douglas Comer. Me colgaron el teléfono. Así se manejan. Creen que es cuestión de poner números y ya. Se olvidan de qué está pasando con Machupicchu”.

Una reforma seria de los tres circuitos, según Astete, tomaría al menos dos o tres años, requeriría un estudio especializado con estándares internacionales y debería contar con el visto bueno de la Unesco. El punto de partida tendría que ser el trabajo de Comer. Sin embargo, la nueva propuesta no toma en cuenta el contenido del Plan Maestro de Machupicchu, el Manual de Operaciones de la DDC Cusco, la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial ni las cartas internacionales de conservación patrimonial establecidas por la Unesco.

El riesgo de hacerlo sin sustento técnico es que Machupicchu sea incluido por la Unesco en la Lista del Patrimonios Mundial en Peligro. “Antes de que digan que está subiendo la capacidad de carga, la Unesco solicitará los estudios: quiénes los elaboraron, cuál fue el soporte técnico. Sino no los tienen, seguramente entraremos en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. Y si entramos en esa lista, va a pasar que los grupos de turismo responsables no van a querer venir a un sitio que ha sido declarado en peligro”, dijo Astete. El país quedaría, además, como uno que incumple los acuerdos y responsabilidades.

No lo dice solamente Astete. En la interna de la DDC Cusco también se cuestiona el interés por el turismo más que por la conservación de Machupicchu como patrimonio mundial mixto, por su autenticidad y por los valores universales excepcionales por los cuales es considerado patrimonio mundial.

En 2017, se evitó que la ciudad inka fuera incluida en esa lista, y el Estado asumió compromisos para que cualquier cambio priorice la conservación del monumento por encima del turismo. Por eso, la capacidad de carga protege el patrimonio. No es un invento ni un capricho, sino un escucho contra la sobreexplotación. Tratar a Machupicchu como una máquina de hacer dinero solo asegura su deterioro. A largo plazo, todos perdemos.