Sociedad

Oswaldo Bolo: “Si se denuncia el vandalismo con terruqueo, solo se empeora la situación”

El especialista en terruqueo y docente de la UNMSM señala los peligros de confundir las acciones violentas con actos terroristas y de qué forma se pueden denunciar sin caer en este estigma.

Podrás encontrar más de este fenómeno en la página terruqueo.pe. Foto: Composición LR/terruqueo.pe
Podrás encontrar más de este fenómeno en la página terruqueo.pe. Foto: Composición LR/terruqueo.pe

A raíz de las distintas protestas sociales que vive el país, que van dejando siete muertes, cierre de carreteras y daño a la propiedad privada, el terruqueo ha vuelto a surgir en la discusión pública para señalar, de manera general, a los protestantes que tienen pedidos al Gobierno.

Para hablar sobre este tema, La República conversó con Oswaldo Bolo Varela, docente e investigador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, quien, junto con la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh), dirige el proyecto terruqueo.pe, una página web que intenta explicar este fenómeno mediante el almacenamiento de distintos casos de terruqueo ocurridos en la última década.

¿Por qué y a quiénes se terruquea en este contexto de protestas contra el Congreso y pedido de adelanto de elecciones generales?

—La protesta social está siendo terruqueada. El descontrol, la rabia, la indignación que sienten las personas que hoy protestan no son entendidas por todos los sectores políticos y algunos grandes medios de comunicación o la dirección policial. Sus reclamos y acciones de protestas terminan siendo deslegitimados, acusados de ser terroristas. Se dice que están azuzados por grupos cercanos a Sendero Luminoso, por el Movadef, por el MRTA. Se interpreta la violencia y radicalidad de los reclamos —los niveles a los que ha llegado la indignación popular— como manipulaciones orquestadas por la izquierda, instigaciones de organismos extranjeros, influencias de rezagos terroristas. Se los terruquea y, con ello, se pretende invalidar lo que reclaman. Peor aún, se los criminaliza.

¿En qué ha consistido esta criminalización? ¿Cómo se relaciona con sucesos anteriores?

—Estos últimos días, se ha reducido el problema de la convulsión en las calles, los paros de carretera, la toma de instituciones y más, a la supuesta influencia y azuzamiento del Movadef… un grupo político marginal, debilitado, que no tiene la presencia y el liderazgo nacional que dicen señalar. El lunes, el director de la Dircote declaró que el MRTA (un grupo subversivo que está desactivado hace más de 20 años) estaría detrás de las protestas: ¿cuáles son las pruebas de ello? El premier dijo en una entrevista televisiva que habían leído pronunciamientos y que habían ingresado a un grupo de WhatsApp, y que eso era la prueba con la que determinaban que el Movadef está infiltrado en toda la protesta nacional.

Es una incomprensión increíble, una ceguera que parece no ser accidental o solo producto de una torpe evaluación política. Por el contrario, la manera en la que hoy se terruquea la protesta social tiene una intención clara de invalidación moral, es una estrategia discursiva con la que se pretende desacreditar lo reclamado.

Y es que esto no es nuevo. Ya lo hemos vivido antes. Estudiantes universitarios que protestaban por mejoras educativas fueron acusados de “aprendices de terroristas”. Los que reclamaban la contaminación de sus tierras y sus cuerpos fueron tildados de “terrucos antimineros”. Hoy, probablemente, es una de las herencias discursivas más latentes y peligrosas.

Muchos de estos discursos terruqueadores se usan de manera irresponsable y se dan porque hay actos muy violentos por parte de algunas personas que no necesariamente son manifestantes, ¿por qué el vandalismo se explica con el terrorismo en nuestro país?

—Hay todavía un trauma heredado por lo que Sendero Luminoso y el MRTA generaron: destrucción, caos, muertes. La inestabilidad a la que condujeron al país aún se recuerda y se reactiva cuando suceden situaciones de violencia social. No obstante, hay también un aprovechamiento político de esta violencia. Es decir, ciertos sectores etiquetan esa violencia social como terrorismo. El bloqueo de carreteras, la toma de aeropuertos, los saqueos son situaciones de violencia social, que seguramente constituyen delitos, pero no son actos terroristas. Más bien hay que preguntarse: ¿por qué muchas personas arriesgan su vida enfrentándose con una piedra a policías que disparan al cuerpo? La violencia social no estalla de la nada, de modo inesperado; por el contrario, se va cocinando con la lentitud de quien ignora los reclamos.

¿Por qué se genera este terruqueo? ¿Qué o quién lo origina?

—El terruqueo está directamente vinculado con nuestro escenario posconflicto. Hay una memoria predominante, que podemos identificar como “memoria salvadora”, la cual narra el conflicto pasado como una gesta gloriosa en la que militares y policías (conducidos por Alberto Fujimori) nos liberaron heroicamente de los terroristas, y los crímenes contra los derechos humanos que cometieron son negados o justificados bajo el argumento de que fueron actos necesarios para restablecer el orden.

Es una narrativa histórica que se repite en canales de televisión, en las escuelas, en el Poder Legislativo y Judicial, pero es una verdad a medias. Esta narrativa legitima, además, la construcción de un enemigo inagotable por excelencia: el terrorista. De allí que, con el regreso y refortalecimiento del fujimorismo en la última década, esta memoria haya cobrado fuerza. Este sector político-económico es el que terruquea, ya que solo asume una interpretación de los hechos: la gente protesta porque es terrorista, todo acto de violencia es un acto terrorista, todo potencial enemigo, todo aquel que critique el estado de las cosas, es un “terruco” (o un “caviar” si el tono de piel y la procedencia social lo hacen más blanco). Para la derecha fujimorista y aliados, todos somos potenciales terroristas.

Y esto tiene consecuencias concretas y no deberíamos tomarlo tan a la ligera. Acusar a alguien públicamente de terrorista permite detenerlo, intervenirlo, aplicarle los métodos de tortura que se legitimaron durante los años más duros del conflicto armado. Terruquear es deshumanizar. Además, como eres un “terruco”, no vales nada, eres despreciable, y, por lo tanto, puedo gasearte, dispararte, matarte.

Y ante esta situación actual, ¿cómo podemos denunciar estos actos vandálicos sin terruquear?

—Toda situación de crisis y caos, pese a la urgencia, requiere calma. Calma para pensar y decidir la mejor salida, pero también para no caer en estigmatizaciones. La violencia desatada es denunciable y existen mecanismos legales para investigar y sancionar a los responsables de las muertes, la destrucción y el caos generado. Y eso se puede hacer sin terruquear. Se pueden criticar las formas de la protesta sin invalidar lo que se reclama con esta, la indignación que la genera. Pero si se denuncian los actos violentos recurriendo al terruqueo, lo único que se logrará es que la situación empeore. Y eso ya lo estamos viviendo.

¿Cómo combatir el terruqueo?

—Es un problema complejo que, además, se articula con otras categorías como la raza o la clase social. Preguntarnos por cómo combatir el terruqueo es también preguntarnos por cómo combatir, por ejemplo, el estigma racial de “serranos violentos e ignorantes” que hoy vemos reproducido en la interpretación que se da a las protestas. También implica cuestionar a quién terruquea. Señalar públicamente la infamia que esa persona con poder político y/o mediático lanza. En ese sentido, incluso, son necesarios mecanismos judiciales que puedan contestar a las falsas acusaciones a través de pedidos de rectificación pública o ya directamente demandas por difamar o calumniar. Pero es un trabajo largo y arduo, que incomoda y muchas veces genera reticencia porque implica cuestionar sentidos comunes, discursos hegemónicos, criticar algo que se da por sentado.

¿El proyecto terruqueo.pe, que vienen trabajando, va en esa línea?

—Sí, la página web que hemos creado junto a Aprodeh (terruqueo.pe) busca visibilizar una centena de casos sobre terruqueo. Es una suerte de breve museo digital. Allí intentamos ofrecer algunas explicaciones sobre este fenómeno, también almacenamos algunos de los casos más emblemáticos de terruqueo en diversas áreas: política, educación, arte, cultura, género, etc. Hay videos, fotografías, portadas de periódicos, audios. Explicamos casi cien casos en los que se acusó falsamente de ser terrorista a políticos, estudiantes, campesinos, feministas y más. Asimismo, en el marco de este proyecto, hemos organizado conversatorios públicos sobre este tema, los cuales también pueden ser visualizados en la web del proyecto. Es una labor que esperamos continuar, pero que, sobre todo, esperamos pueda servir a la ciudadanía como un archivo público de este fenómeno, una particular sección en nuestra historia nacional de la infamia.