El informante: Los sacrificados, por Ricardo Uceda
Desde Iquitos, donde los médicos mueren como moscas, el testimonio descarnado del doctor Max Themme, del Hospital Regional, ex presidente del Colegio Médico de Loreto y asesor del Consejo Nacional.
Leímos sobre un virus peligrosísimo desde que epidemiólogos chinos soltaron alertas en las redes sociales. Tanto así que en febrero hablamos de ello en el Colegio Médico, en Lima, y en marzo hicimos críticas al primer presupuesto del Ministerio de Salud, de tres millones de soles. Oiga, esto no alcanza ni para implementar una Unidad de Cuidados Intensivos, le dijo el decano, el doctor Miguel Palacios, a la entonces ministra Elizabeth Hinostroza. Así que esto se sabía y no hubo previsión.
De cualquier modo, ojo, habiendo catorce médicos muertos en Loreto, catorce de veinte fallecidos en el país, y cuando de los quinientos del departamento más de la mitad está inactivo por infección o por cuarentena, uno podría preguntarse si la única causa es la pobreza sanitaria en Iquitos. Por mortífero que sea un virus, o por extendida que esté una epidemia, la letalidad de médicos en Loreto no debiera ser tan alta. Debe de estar entre las mayores del mundo.
Primera causa
Nosotros nos hemos preguntado las razones y encontramos seis. La primera, la falta de equipos de protección. Atendíamos la avalancha de pacientes solo con mascarillas. Aquí la imprevisión y falta de infraestructura hospitalaria son extremas, solo tenemos dos hospitales y medio en Iquitos, con menos de quinientas camas en total, para una población de más de un millón de habitantes. Nadie se puso a pensar que, produciendo el virus un síndrome agudo respiratorio severo, íbamos a necesitar ventilación mecánica, y que no teníamos oxígeno suficiente.
Además, sabíamos muy poco y se tomó una mala decisión después de otra. ¿Pueden creer que cuando se descubrieron los primeros casos, en una familia de Indiana contagiada por el turista chino que trajo el virus, uno de sus miembros, que había dado positivo, iba a ser presentado en conferencia de prensa? Era el guía, que iba a declarar ante la prensa. Se anunciaría como gran novedad. Felizmente eso se paró a tiempo. Volviendo a los motivos, trabajar sin protección fue a la vez un error y algo inevitable: había que atender cubriéndose con lo que sea. Allí tenemos a la principal causa de las muertes.
Ellos se fueron
El primero, el doctor García Dávila, era un neumólogo del Hospital Regional, mayor de sesenta años. Se había puesto mal a mediados de abril, y probablemente contrajo el virus en una interconsulta. Luego murió Raúl Argumedo, un psiquiatra de ESSALUD, quizá tuvo contacto con un paciente asintomático. Martín Torrejón, el siguiente, era un voluntario, aún bachiller de Medicina, pero ya lo consideramos póstumamente como un médico como nosotros.
Cayó el nefrólogo Nicasio Armas, un fundador de su servicio en el Hospital Regional, quien estuvo yendo a trabajar infectado, completamente cubierto, pues ¿quién iba a hacer la diálisis a pacientes que también estaban graves? Tuvo una recaída y terminó en una UCI. Se fue Aníbal Muñoz, quien manejaba una mototaxi para pagarse sus estudios: se infectó en el hospital de ESSALUD, donde separaba a los pacientes de COVID 19 de los que tenían otra enfermedad: Después, uno a uno, partieron Alberto Acuña, Elard Calli, César Hugo Jara, Eder Aguilar, Nicolás Hernández, Eduardo Ferreyra, César Garayar, Segundo Pinillos, Juan Ríos, Luis Alberto Panduro.
Mala medicación
La segunda causa, pensamos, fue la automedicación. Cuando apareció el COVID 19 en Loreto se administraban corticoides como primer tratamiento, en función de datos erróneos que dieron China y la OMS. Hoy sabemos que al inicio no se deben dar corticoides. Se ha estado usando indiscriminadamente Prednisona, Dexametasona y Metilprednisolona, desinflamantes usados para males como la artritis, y que retrasan la llamada tormenta de citoquinas, esa descarga inmunitaria que puede ser mortal.
Pero no la detienen, y cuando la tormenta llega puede hacerlo con más fuerza, cuando la persona disminuyó sus defensas. Los italianos, al hacer autopsias, descubrieron microtrombos atribuibles a los corticoides, que también causaban daños pulmonares. Ahora usamos corticoides cuando el virus está en fase pulmonar, y nos va mejor. Tampoco resultó recomendable la administración de antiinfl amatorios no esteroideos como Ibuprofeno, Naproxeno o Aspirina, que ayudan al virus en el pulmón.
Lo que viene
La tercera causa fue que los médicos con síntomas retrasaron su descanso y tratamiento. Y la cuarta que volvieron a trabajar muy pronto, o en el mismo día catorce, cuando aún estaban mal. La enorme carga viral de los hospitales sería la quinta causa. Y una sexta: desde estudiantes los médicos estamos expuestos a una flora hospitalaria mucho más resistente y agresiva que la comunitaria. Los tratamientos con antibióticos convencionales no nos son tan efectivos y usamos otros de última generación. Aun así es más fácil que desarrollemos complicaciones.
Esto que digo tendrá que validarse con mayor observación académica, pero no hay duda que en Loreto estamos aún en la Fase 5 de la pandemia, con la enfermedad fuera de control, y a punto de pasar a la Fase 6, cuando se supone que llegaremos al pico más alto, para después descender. Eso significa que nos falta lo peor, con las dos terceras partes de nuestros recursos humanos en inactividad. En el hospital de ESSALUD, de momento, hay un solo intensivista.
Yo sigo haciendo dos o tres certificados de defunción por día y mis colegas hacen otro tanto o más. Las cifras oficiales de muertos e infectados en Loreto que se han dado hasta la semana pasada para Loreto causaron indignación en quienes contamos los muertos diariamente. Ahora ha habido un reajuste, supuestamente estamos en 2,500 infectados con 250 fallecidos. La verdad es que estamos por los tres mil muertos, y, como dije, nos falta lo peor.
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