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El elenco estable

A pocos días del cierre de la inscripción de listas, la renovación partidaria ha sido bloqueada.

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A pocos días del cierre de las inscripciones de candidatos para las elecciones del 26 de enero, se confirma lo advertido desde el inicio del proceso electoral: la falta de renovación en la mayoría de partidos y la precariedad democrática interna en la confección de las listas de aspirantes al nuevo Congreso.

El elenco estable se ha impuesto; las cúpulas que manejan los partidos desde hace varios procesos electorales han guardado para sí los primeros lugares en las listas, lo que es decisivo para la campaña electoral a pesar de la persistencia del voto preferencial. Para concretar este privilegio, han restringido la presencia de jóvenes, alejándolos de los primeros lugares. En otros casos, los esforzados militantes, la mayoría de ellos jóvenes, han sido relegados por segunda vez, por la inclusión de invitados, a los cuales se les han asignado, obviamente, lugares preferentes.

Este es el proceso electoral donde las direcciones partidarias han decidido con menos consulta democrática a sus bases, diponiendo en provecho propio, sin contar los casos de los partidos propiedad, con dueños identificados, donde los trámites internos son una mascarada que se ha normalizado.

Los casos emblemáticos de este proceso electoral son los del Apra, donde el líder del partido perdió las elecciones internas y se hizo designar cabeza de lista por Lima; el del fujimorismo, donde quien encabeza la lista por Lima es presentada como una candidata de la renovación, a pesar de que su primera postulación fue hace 27 años; y el de Solidaridad Nacional, un grupo hace años deshabitado que ha sido colonizado por lo más cuestionable de la política nacional.

No nos encontramos ante una disyuntiva de antigüedad contra la novedad. Se trata de la dura lucha de la política tradicional por sobrevivir, y del bloqueo de una nueva oferta política electoral. De esa imposibilidad parten las principales tendencias de los grupos políticos, especialmente de aquellos que han defendido la corrupción en los últimos años, o se han quedado en silencio frente a ella.

Uno de los rasgos de estas elecciones es que, de no mediar una voluntad política nacional, con un programa nacional presentado ante los peruanos, la campaña se deslizará en cada partido a 25 campañas departamentales –incluida la del Callao– y a su vez esas en microcampañas personales donde será el dinero y no las ideas el principal movilizador del voto. Hasta ahora se han salido con su gusto las antiguas direcciones partidarias: las elecciones tampoco serán un espacio para la nueva política.