Omar Coronel: “El mensaje de la teología de la liberación es que el cristianismo no solo es rezar, es actuar”
A propósito de la reedición del libro La fuerza histórica de los pobres, del padre Gustavo Gutiérrez, el sociólogo Omar Coronel indica que la teología de la liberación planteaba un camino de esperanza, de proyectos colectivos, y eso ayudará a salir de la autocracia que vivimos.
-Con las diferencias que hay por los años transcurridos, ¿sigue vigente el libro La fuerza histórica de los pobres?
Sí. En general, es un libro del año 79 que compila ocho textos escritos entre 1968 y 1979, que tienen que ver con el corazón de la teología de la liberación. Están muy enraizados en el contexto de la conflictividad, pero también un contexto de mucha esperanza, de mucha utopía. Contemporáneamente, el contexto ha cambiado radicalmente. Ya no tenemos ese tipo de horizontes de macroideologías generando demasiado entusiasmo. Tampoco es un contexto de alta politización. Sin embargo, el texto La fuerza histórica de los pobres vincula mucho a las viejas utopías del siglo XX con una utopía más vieja todavía que tiene que ver con la historia del cristianismo. Yo estoy entre los que cree que la perspectiva de la teología de la liberación le hace justicia al corazón revolucionario que siempre tuvo el cristianismo. Y creo que la fuerza de esos textos en los años 70, si bien estaba muy vinculada al contexto político, contemporáneamente puede servir justamente como brújula para conectar muchos de los malestares individuales con un proyecto colectivo. La valentía que tiene la teología de la liberación está vinculada a no distanciar lo espiritual de lo material. La idea de que, en verdad, la promesa del cristianismo tiene que ver también con las luchas materiales, con reconocer las diferencias políticas y tomar una posición particular que es la opción preferencial por los pobres. Entonces, yo creo que contemporáneamente esa mirada, esa perspectiva ayuda mucho también a funcionar como una cierta brújula de unas ciertas luchas que ahorita están muy fragmentadas y que pueden orientarse en función de esa misma mirada.
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-En el libro se habla de la necesidad de formas más democráticas, de defensa de los derechos humanos, de mejores condiciones económicas como parte de un mundo más justo. ¿Cuánto se ha avanzado en esos temas en Perú?
En mucho se ha retrocedido. Una forma de actualidad de la teología de la liberación y de este mensaje de la fuerza histórica de los pobres está vinculada ahora a las encíclicas del papa Francisco. Ha retomado mucho de la narrativa y la perspectiva que tenía esta mirada en los años 70 y los años 80. Tanto en Laudato Si, como en Fratelli Tutti hay mucho de eso. Y ahora la mirada se vincula al desarrollo humano, no solamente económico. Pero claro, creo que de eso se ha avanzado muy poco, sobre todo en los últimos años. Ahora estamos en un contexto más bien de recesión democrática a nivel internacional, y en un contexto de radicalismos en todos lados que limitan ese rumbo y ese orden bastante más ponderado que se propone.
-Los obispos en Perú han pedido al poder político actuar pensando en los pobres, no en sus propios intereses, pero siguen dando contrarreformas ¿Cuánto más puede retroceder y soportar?
En Perú estamos en un contexto de una autocratización muy particular porque no se centra en el Ejecutivo, como normalmente ocurre, sino en fuerzas, mafias, que han concertado dentro del Parlamento. Y claro, obviamente esas mafias terminan legislando por intereses privados, lo cual como consecuencia tiene una afectación muy grave para toda la sociedad, pero fundamentalmente para los pobres. Hay un Congreso capturado y estamos en un proceso de autocratización que hace todo más lúgubre, pero también hay ciertas resistencias de los pobres. Donde todavía se tiene que avanzar es en un amplio sector donde la ausencia del Estado de derecho ha facilitado redes de economías informales e ilegales que precisamente afectan sobre todo a los sectores populares. Y las leyes que están saliendo en los últimos meses del Congreso están afectando mucho más ahora y hacia el futuro.
-¿Por qué la gente ha dejado de salir a protestar?
Hay varias hipótesis. Una principal es que la oposición está dividida. La oposición contra el Gobierno de Boluarte y el Congreso es probablemente la más grande que hay en América Latina frente a un Gobierno, y en otros países dicen “¿por qué esta presidenta y este Parlamento que tienen una popularidad tan baja pueden seguir manteniendo el poder?”. Otro tema es que en un régimen autoritario es mucho más difícil protestar porque te criminalizan, te detienen y te matan, y no hay muchas consecuencias. Lo tercero es la falta de eficacia, pues en un régimen donde no hay democracia las protestas tienen mucho menos efecto. Y lo último, y esto lo voy a conectar con el mensaje de la teología de liberación, es la ausencia de expectativa de un futuro mejor. Cuando se movilizó en el año 2000, en contra de Fujimori, las fuerzas políticas más o menos habían concertado una especie de liderazgo, y había una expectativa de que caído el dictador iba a sobrevenir una transición democrática con elecciones. Ahora mucha gente percibe que caída Dina Boluarte, puede venir alguien peor, que las elecciones van a estar amañadas, no importa cuándo sean. La teología de la liberación tuvo un rol bien importante en los años 70 y 80 planteando un camino de esperanza, de proyectos colectivos que ayudaban a la unidad. Eso no es tan fácil, pero hay ejemplos como el de Guatemala, que hace un año estaba peor que Perú. Había mucho pesimismo y, sin embargo, la sociedad civil y los líderes de partidos, movimientos y gremios se juntaron y presionaron por un cambio.
-Nos falta actuar…
El principal mensaje de la teología de la liberación es que el cristianismo no solo son ideas, rezar, espiritualidad, es actuar, es la práctica, es obrar. Y eso es lo que necesitamos hacer quienes estamos en contra de esta mirada más conservadora y más autoritaria. ❖