“Para contribuir a su desgracia, las bancadas fujimorista y aprista no han tenido capacidad de propuesta”.,“¡Cierren el Congreso!” fue el grito que escuchamos en las calles este año 2018. No solo en el espacio de la protesta y las movilizaciones o en el de las redes sociales. El presidente Vizcarra escuchó el mismo pedido, con la misma urgencia, adonde quiera que fue este año. ¿Cómo hacer para satisfacer el hartazgo popular sin salirse de los cauces constitucionales? Ello constituyó un reto político. El referéndum fue la respuesta para canalizar la ira ciudadana. Nos guste o no nos guste, el pueblo ha expresado abrumadoramente su rechazo a este parlamento prohibiendo a sus integrantes que puedan reelegirse. La medida es extrema y tiene pocos precedentes en el derecho comparado. Pero expresa la profunda molestia con una institución que, viniendo ya de una larga historia de desprestigio y deterioro, mostró su peor cara desde julio del 2016. Una mayoría absoluta, como todo poder absoluto, se radicaliza hacia el error y el abuso si no tiene un contrapeso. El gobierno de Kuczynski no supo ser ese contrapeso. Un poder judicial con redes de corrupción capturadas por el poder político, mucho menos. En ese escenario, la bancada de Keiko Fujimori obedeció de forma vertical y sumisa todos los dictados de su jefa. Para contribuir a su desgracia, las bancadas fujimorista y aprista no han tenido capacidad de propuesta, más allá de la defensa de intereses meramente mercantilistas. Se concentraron durante dos años en destruir al Ejecutivo sin construir una agenda alternativa. No hay una reforma, una idea, una causa por la que se pueda identificar hoy al fujimorismo o a su aliado de facto, el alanismo. “¿Qué es lo que quiere Keiko Fujimori?” fue una pregunta que se ha hecho en muchos escenarios desde que perdió las elecciones presidenciales. La respuesta nadie la sabe, más allá de la irracionalidad política de declararse enemiga del universo. Los resultados del referéndum marcan un antes y un después para el Congreso. Si la mayoría entiende el mensaje de ese 85% de voto válido sabe que tiene que haber un cambio de actitud. El país requiere con urgencia el paquete de reformas del sistema de justicia. Adicionalmente se ha abierto un espacio de propuesta de reforma política. El Ejecutivo ya nombró a una muy buena comisión presidida por Fernando Tuesta. De ahí saldrán proyectos que necesitan amplios consensos legislativos. Si añadimos legislación urgente en sectores productivos para mejorar la competitividad y una reforma tributaria que devuelva al Congreso la iniciativa legislativa, hay mucho trabajo por delante. ¿Es posible cambiar el rostro del Congreso? Es posible, si así lo quiere la mayoría de congresistas. Sin embargo, hay dentro del fujimorismo y el apra un sector de irreductibles que continúan en la misma senda que los condenó. Siguen “protegiendo” delincuentes sentenciados, continúan obstaculizando leyes importantes como la de salud mental, proponen y aprueban al caballazo leyes penales para exonerar a su jefa. Es decir, más de lo mismo. Se resisten a entender el contundente mensaje popular. La pregunta central es, ¿siguen siendo mayoría? A simple vista, los 61 congresistas del fujimorismo y los 5 del apra conforman una sólida mayoría. Pero, ¿están en verdad todos ellos embarcados en los planes de la guardia pretoriana de Keiko Fujimori? ¿Están obligados con el liderazgo de Rosa Bartra o Luz Salgado? Esta semana, parece que no. El presidente del Congreso, Daniel Salaverry, es un político joven formado por el apra. Si postuló con el fujimorismo fue porque no había oportunidades para él en su partido de origen. Pero un aprista nunca deja de ser aprista y si algo sabe es leer su espacio – tiempo histórico. Si el Congreso no se renueva, corren serio peligro las carreras de todos los primerizos que ven ahora el año 2022 como una oportunidad en las elecciones regionales y locales. Si hacen bien las cosas pueden mantenerse vigentes en política y regresar, por la puerta grande, el 2026. No sorprende entonces, en este nuevo contexto, la imperiosa urgencia de Salaverry para cumplir la sentencia del Tribunal Constitucional y permitir nuevas bancadas. A las dos ya registradas puede unirse una tercera, donde los congresistas no agrupados, disminuidos en sus derechos por el abuso de la mayoría, resuciten políticamente. ¿Cuántos perderá el fujimorismo? ¿Cuántos se irán con Daniel Salaverry? Eso, está por verse, pero apuesto a que lo veremos muy pronto.