"José Américo Spinola no es un personaje al que se le pueda demandar que se inmole como lo hizo Agustín Mantilla por su jefe inmediato superior".,Desde el estallido del escándalo de Odebrecht, el exmandatario Alan García ha sostenido que no ha recibido un centavo de la constructora brasileña y que, en todo caso, si se abonó algún soborno en su segundo gobierno, no fue para él sino para otros funcionarios con los que no mantuvo vinculación. Para los que ejercemos el periodismo desde hace más de treinta años, la argumentación de García se parece demasiado a la que aplicó para responder a los casos que reventaron en su primera gestión, como el Tren Eléctrico, la triangulación de las aeronaves de combate Mirage-2000 y la transferencia de las reservas internacionales al Banco Internacional de Crédito y Comercio (BCCI, por sus siglas en inglés), de Panamá. Felizmente, publicaciones como Pájaros de alto vuelo (1993), de Carlos Malpica; El caso García (1994), de Pedro Cateriano; Petroaudios (2009), de Gustavo Gorriti; Estado corrupto (2017), de Juan Pari, y el recientísimo Odebrecht, la empresa que capturaba gobiernos (2018), de Francisco Durand; documentan que Alan García siempre ha usado la misma alegación para despojarse de las imputaciones de las comisiones investigadoras y de las autoridades. Y ha tenido relativo éxito, por la evidente influencia aprista en el ámbito fiscal y judicial. Pero también debido al silencio de personajes como Agustín Mantilla Campos, que prefirió la persecución, la cárcel y la vergüenza, a decir una palabra. Cierto, Mantilla nunca implicó a García en los crímenes de El Frontón durante el debelamiento del motín en 1986, no obstante que llegó a la isla en nombre del presidente para ejecutar el plan. Tampoco abrió la boca cuando Vladimiro Montesinos lo envió a prisión por posesión ilegal de armas y le ofreció canjear su libertad por una delación que perjudicara a García. Mucho menos lo mencionó cuando le descubrieron cuentas en Estados Unidos en las que circularon más de 6 millones de dólares, monto que supuestamente correspondía a las “donaciones” para el Apra. Y por si fuera poco, Mantilla no soltó prenda durante el proceso judicial al comando paramilitar que dirigió en la sombra y que ejecutó a supuestos terroristas cuando estaba a las órdenes de García. Agustín Mantilla murió sin delatar al exjefe de Estado. Pero ahora al Houdini de la política nacional le será difícil zafarse de lo que ha revelado IDL-Reporteros sobre el origen de los 100 mil dólares que le pagaron por una conferencia en Brasil. El dinero salió de la Caja 2, que Odebrecht usaba para desembolsar los sobornos por todo el mundo y en diferentes modalidades, como supuestas conferencias o asesorías. Además, el hombre que hizo el abono a García, el brasileño José Américo Spinola, se acogió a la colaboración eficaz, admitió que trabajaba en la sombra para Odebrecht y que la constructora le pidió transferir los 100 mil dólares a García. Spinola no es un personaje al que se le pueda demandar que se inmole como lo hizo Mantilla por su jefe inmediato superior.