Los partidos son poco más que plataformas de lanzamiento de candidatos, sin mayor consistencia ideológica o programática o vida interna.,En las últimas semanas nos han llamado la atención varios hechos: de los 21 candidatos que aspiran a ganar la alcaldía de Lima, 18 ya han sido candidatos a algún otro cargo de elección popular (la experiencia es necesaria antes de tentar un cargo importante), pero apenas 2 de ellos lo hicieron por la misma agrupación política que los presenta hoy. Hemos visto candidatos que primero anuncian su candidatura y después buscan el grupo por el que postularán. Otro dato: para las próximas elecciones regionales, considerando a los partidos con representación en el Congreso, solo Alianza para el Progreso presentó candidaturas en las 25 regiones; Acción Popular en 21, Frente Amplio en 16, Fuerza Popular en 15, el Apra en 13 y Peruanos por el Kambio solamente en 4. Es evidente que los partidos nacionales en general no cuentan con cuadros suficientes para competir en las elecciones, y que incluso cuando presentan candidaturas lo hacen como “vientre de alquiler” para políticos regionales. Finalmente, hemos visto cómo 30 congresistas elegidos por Fuerza Popular han sido denunciados por diversas inconductas ante la Comisión de Ética, que llevaron a que el vocero Becerril tuviera que admitir que “no hicieron una buena selección de candidatos”. Hay que recordar además que solo el 15% de los congresistas electos por FP eran militantes de ese partido. Todas estas evidencias confirman un patrón estructural de la política peruana desde hace un buen tiempo: tenemos partidos sin políticos, y políticos sin partido. Los partidos son poco más que plataformas de lanzamiento de candidatos, sin mayor consistencia ideológica o programática o vida interna; y tenemos políticos que intentan desarrollar carreras a través de diversos vehículos. En su tesis de licenciatura en Ciencia Política de la PUCP, Julio Gutiérrez calculó que en las últimas elecciones municipales provinciales (2010 y 2014), el promedio de candidatos con algún tipo de experiencia política previa llegó al 71 y 74%, respectivamente, lo que sugiere que en ámbitos provinciales existe una suerte de “clase política” local, con personajes a los que se les suele encontrar en diferentes agrupaciones a lo largo del tiempo. En la investigación que desarrolla Alonso Barnechea para obtener el título de licenciado en Ciencia Política de la PUCP, encontró que del total de postulantes al Congreso en la elección de 2016, un 40% había tentado algún cargo de elección pública en la última década, y un tercio había postulado en al menos una de las elecciones regionales y municipales de 2006, 2010 o 2014. Entre los 130 congresistas electos, el 65% había participado en alguna de las elecciones celebradas entre 2006 y 2016, y el 29% contaba con alguna experiencia de postulación en algún nivel subnacional. Dentro de ese último grupo, el 61% llegó al Congreso por un grupo distinto al que albergó su última postulación. Nuevamente, hay indicios de desarrollo de carreras políticas, pero a través de diferentes agrupaciones políticas. No todos los partidos son iguales, por supuesto. El Apra, Acción Popular o el PPC, por ejemplo, suelen tener más cuadros y militantes que los demás; Democracia Directa o UPP parecen mucho más “vientres de alquiler” típicos. Algunos grupos como el Frente Amplio, el Apra o el PPC tienen alguna base doctrinaria, otros son vehículos totalmente personalistas, como Solidaridad Nacional o Alianza para el Progreso. Fuerza Popular parece haber privilegiado, en la confección de sus listas, candidatos con recursos, de allí su relativo éxito electoral y también los muchos cuestionamientos que enfrentan hoy.