Director de Azabache Caracciolo Abogados. Abogado especializado en litigios penales; antiguo profesor de la Universidad Católica y de la Academia...

La tercera vacancia, por César Azabache Caracciolo

La política entre nosotros ha dejado de cumplir su función más elemental: ayudar a que las piezas del rompecabezas encajen. 

Desde que empezó la crisis de 2016, el Congreso ha destituido a tres presidentes. Vizcarra y Castillo, corrupción y golpe de Estado incluidos, en medio de disputas irremediables con la mayoría en funciones, la de este quinquenio y la del anterior. Pero la tercera, la señora Boluarte, ha sido destituida después de haber sido respaldada hasta el absurdo, y a pesar de haber sido presentada como una opción que garantizaría el “equilibrio” en base a su confirmada y perseverante subordinación al Pleno.

Su salida, entonces, confirma que ni siquiera la subordinación a la coalición que ha controlado el Congreso en este último tramo permite establecer alguna plataforma de acuerdos estables.

La precaria malla de relaciones de intereses que sostuvo al gobierno de Boluarte no ha sido capaz de generar acuerdos permanentes ni siquiera sobre esa base, el sometimiento. Su orientación sobre las cosas es tan precaria que puede torcerse en cualquier momento por cualquier circunstancia, sin ningún cálculo ni preparación para lo que sigue; sin ningún plan a la vista.

La interpretación más convincente sobre lo que ha ocurrido fue presentada por Rosa María Palacios en estas páginas hace solo unos días. Dos de las cinco agrupaciones que se aliaron en el último tramo de la crisis, Renovación y Podemos, decidieron dejar fuera de juego a las otras tres y lanzaron una vacancia que tenía por único objeto crear diferencias dentro de la coalición, partirla de cara a las elecciones. De la moción de vacancia debía salir un nuevo grupo oficialista, formado por quienes defenderían a Boluarte, y una “verdadera oposición”, formada por ellas dos, aunque eso no asegure que hayan pensado en aliarse. Las emplazadas, FP y APP, pero también lo que queda de Avanza, notaron el sentido del movimiento y saltaron a respaldar la moción de vacancia a velocidad de urgencia, cada una a su turno, pero sin tiempo para reacomodar nada ni establecer ninguna plataforma que permita organizar un nuevo gobierno de inmediato.

Abandonada la mesa que sostenía a la señora Boluarte, no se ha establecido una nueva. El señor Jerí, que encontró de pronto en su ropero una banda que le queda más que ancha, ha quedado totalmente expuesto. En general, la última vacancia parece haber dejado rota a la coalición que ha controlado el Congreso en este último tramo de nuestra historia. Los dueños de las principales franquicias políticas que han controlado el Congreso en este tiempo ni siquiera parecen haberse molestado en negociar un gabinete que pueda usar quien recibió de ellos una presidencia tomada de improviso.

Sin poder contar con el soporte de la coalición, que en este instante no sabemos si se recompondrá o quedará dispersa, el señor Jerí no parece tener más respaldo que el que proviene de la señora Patricia Li, virtual dueña de lo que queda de “Somos Perú”, una agrupación que en este último tramo de la historia no ha forjado identidad alguna, más allá de ofrecerse a sí misma a “locomotoras de arrastre” como los señores Vizcarra o Salaverry.

El señor Jerí no tiene agenda propia, y eso ha quedado en evidencia en los dispersos intentos que parece haber hecho en los últimos días para formar un gabinete que, al cierre de estas líneas, le seguía siendo esquivo. Imposible dejar de notar que lo que salga, esté por salir o haya salido ya de este apresurado ejercicio, debe pasar aún por el escrutinio de una ciudadanía que está bastante más que harta. Y tiene que obtener el respaldo de un Congreso cuya mayoría parece haber quedado quebrada con ocasión de la tercera vacancia, acaso de manera irremediable.

Las tres vacancias acumuladas desde el año 2016 ponen en evidencia que el Congreso puede hoy por hoy destituir a quien esté a cargo de la presidencia sin condiciones necesarias, sin control alguno y, en determinados casos, incluso sin audiencia previa. Que Jerí termine siendo destituido en un plazo que asemeje su gobierno al del señor Merino es entonces un escenario que no puede descartarse. De hecho, FP parece tomarse tan en serio ese riesgo que ha anticipado su retiro de la mesa directiva del Congreso, no vaya a ser que Fernando Rospigliosi tenga que presidir la República en su nombre antes de las elecciones del 2026 y estropee sus planes para formar parte de la nueva mayoría que resulte de esas elecciones.

Entre tanto, la señora Li, dueña de la pequeña franquicia de la que proviene el presidente actual, podría terminar reclamando para sí una cuota de influencia sobre los nueve meses que espera durar el señor Jerí en la presidencia. Mirados sus antecedentes, esos nueve meses pueden darle la visibilidad que jamás ha tenido o conducirla nuevamente ante los tribunales de justicia, donde ya ha ganado una condena.

Pero esa es una variable que aún debe tomar forma.

Mientras las cosas no cambien, elegiremos presidentes que pueden ser destituidos por el parlamento en base a reglas altamente flexibles. Esto debería ser suficiente para que entendamos que el voto por congresistas no puede seguir siendo hecho a ciegas o “siguiendo” a un candidato entre los que están listados para las presidenciales en la primera vuelta. Las elecciones actuales entregan nuestro voto a congresistas que, en adelante, pueden decidir sin consultarnos quién queda a cargo de la presidencia y a quién imponen en ese puesto.

Los parlamentarios por los que estamos votando reciben ahora un poder no limitado institucionalmente; uno mayor al que corresponde a fiscalizar al gobierno o discutir leyes.

Reciben el derecho a vetar a quien ejerce la presidencia.

La política entre nosotros ha dejado de cumplir su función más elemental: ayudar a que las piezas del rompecabezas encajen. Y, como ocurre con las tuberías expuestas a la intemperie, las instituciones sometidas a estas condiciones acaban sufriendo una corrosión inevitable.

César Azabache

Hablando de justicia

Director de Azabache Caracciolo Abogados. Abogado especializado en litigios penales; antiguo profesor de la Universidad Católica y de la Academia de la Magistratura. Conduce En Coyuntura, en el LRTV y “Encuentros Muleros” en el portal de La Mula. Es miembro del directorio de la revista Gaceta Penal y autor de múltiples ensayos sobre justicia penal.