Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.

Queremos país, por Gianluca Fiorini

Dentro de su diversidad, la idea de la Generación Z engloba el grito de muchos jóvenes de querer luchar por el país, haciéndonos cargo nuevamente de nuestra política con madurez.

Hay quienes creen que todos estamos inspirados por los mismos vagos instintos y Aldo Mariátegui ha dado prueba de ello en su acostumbrada columna de Perú 21. En un intento de descomponer a la Generación Z para tratar de entenderla mejor, Mariátegui solo logra una pobre disección del cerebro de una criatura tan lejana a nuestro lugar y tiempo como el extinto dodo. Según él, los jóvenes que estamos alzando nuestra voz hoy en día estamos controlados o influenciados por agentes externos, o en todo caso sufrimos serias limitaciones cerebrales. Definitivamente todo esto es falso, pero con el fin de aprovechar sus palabras para que sean algo más que un mero ejemplo de proyección, quiero explorar ahora, ¿qué es esto de la Generación Z?

Lo primero que hay que mencionar es el rango etario al que el término hace referencia. Cuando hablamos de Generación Z hablamos inmediatamente de jóvenes. La palabra “generación” se usa generalmente en historia y ciencias sociales para hablar de cambio, de ruptura: lo de antes intentando ser reemplazado por un nuevo “ahora”. La vertiente peruana de dicho fenómeno puede encontrar un antecedente reciente en la denominada “Generación del Bicentenario”, término acuñado por la socióloga y amiga Noelia Chávez en un intento por capturar el mismo espíritu. Una juventud llegando disruptivamente a intentar romper con viejos marcos políticos es el gran patrón común de estos dos fenómenos.

¿Qué más tienen en común los jóvenes de la Generación Z? Honestamente, nada más. Eso es lo que la hace tan significativa. Lejos de ser la encarnación de todos los fantasmas izquierdistas que atormentan a Mariátegui, la Generación Z no podría estar más lejos de ser un cuerpo homogéneo. De hecho, somos tan diversos entre nosotros que lo único que tenemos en común es una cosa: queremos país. Es lo mínimo, pero también lo máximo a la vez. No queremos un Perú donde implantemos nuestras ideas, porque no tenemos una idea única; ni mucho menos tomar el micro y no dejar que nadie más hable; ni, por último, una varita mágica que se venda como solución de todos los males.

Lo que queremos es un país del que hacernos cargo. Queremos comprarnos el pleito democrático de proponer, negociar, consensuar y elegir. En pocas palabras: queremos hacer política desde la libertad y la democracia, inspirados por un profundo compromiso con el prójimo. Ya estamos hartos de las etiquetas de “rojo”, “caviar” o “facho” que han servido para que unas pocas personas llenas de bajeza secuestren nuestros destinos. Dentro de su diversidad, la idea de la Generación Z engloba el grito de muchos jóvenes de querer luchar por el país, haciéndonos cargo nuevamente de nuestra política con madurez. Por eso salimos a marchar.