Abogado y politólogo. Egresado de la UNMSM, Magíster en Ciencias Penales y candidato a Doctor en Filosofía (UNMSM). Profesor en la USMP y UNMSM. Director del Portal de Asuntos Públicos Pata Amarilla.

La guerra y la paz. Y la guerra, por Juan De la Puente

 Una paz invertida en la que el mundo pasa de la prevención de los conflictos a las guerras preventivas.

La guerra Israel-Irán, en la que tercia EEUU a favor del primero, amenaza con disolver el límite imaginado entre la nueva guerra fría y la tercera guerra mundial. Asistimos a un conflicto cuya latencia es directamente universal, donde lo regional se enlaza inmediatamente con el orden global. Si Clausewitz viviera quizás revisaría su tesis de que la guerra es la prolongación de la política por otros medios, y pensaría en otra tesis también racional, que la política actual es la prolongación de la guerra con los mismos métodos de la guerra o, más aún, que la política es la fusión de la guerra y la paz bajo los implacables métodos de la guerra.

Se diluye también la disyuntiva real y moral entre la guerra y la paz. Sin derecho internacional o en vías de demolición, se presenta un cuadro donde las gestiones de paz, mediaciones y bombardeos no son contradictorios, de modo que la guerra y la paz no son necesariamente antagónicas, sino peligrosamente amigas. El fin de este límite re normaliza discursos y prácticas brutales -como el fascismo- expulsados de la legalidad internacional el siglo pasado luego de millones de vidas arrancadas.

A diferencia de las etapas en las que predomina la paz, donde los argumentos contra la guerra son sostenibles, actualmente parecen más convincentes los argumentos a favor de la guerra, al punto que las operaciones bélicas y la muerte de civiles y militares son expuestas como el requisito ineludible de la paz. Una paz invertida en la que el mundo pasa de la prevención de los conflictos a las guerras preventivas.

La revisión de las ideas a propósito de la guerra Irán-Israel, de la guerra Rusia-Ucrania y el atroz genocidio en Gaza, indica que para una parte decisiva del liderazgo occidental se pueden encarar las relaciones internacionales sin las reglas conocidas o con nuevas reglas adoptadas por personas (Trump, héroe y “papi” del Sr. Rutte) y ya no por naciones, una legalidad que, además, es reescrita cada día -pactos que se hacen y deshacen en horas- y ejecutada espectacularmente ante el tribunal mundial de las emociones, la TV y las redes sociales. Es curioso que los gobiernos que ejecutan o respaldan las agresiones militares que violan la carta de las NNUU que condena el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, cuestionen al mismo tiempo a la ONU, de la que forman parte y en donde algunos ostentan liderazgo o capacidad de veto en el Consejo de Seguridad.

Si la guerra resuelve los problemas entre los países en reemplazo de la paz, el derecho internacional se transforma en inocuo y en un estorbo, un fenómeno que ya conocemos, presente previo a las dos guerras mundiales. Esa tendencia subyace ahora en la mayoría de pronunciamientos sobre los sucesos en Medio Oriente. El abandono de la legalidad internacional más resonante es la de Europa. Las recientes declaraciones de varios de sus líderes evocan la estabilidad, pero callan frente a la guerra y a la necesidad de que el derecho internacional recupere su supremacía.

Es una posición distinta a la adoptada en otros conflictos, como el de Ucrania, la ex Yugoslavia y en la cuestión palestina en la década pasada. Desde el nuevo punto de vista europeo, la única seguridad que merece ser defendida en Medio Oriente es la de Israel. Qué diferencia con lo sucedido frente a la invasión a Irak hace 22 años cuando varios países de Europa se opusieron a la guerra -Francia y Alemania- y otros matizaron sus posturas desde la crítica y el llamado a la neutralidad y a la solución no armada.

Europa renuncia al único papel que podría desempeñar actualmente con autoridad y responsabilidad histórica, la legalidad internacional y la gestión pacífica. La reciente reunión de la OTAN en La Haya (22 países de la UE pertenecen a la OTAN) resume el nuevo estado emocional europeo; la mayoría de sus líderes siente más segura la alianza militar atlántica que la alianza política comunitaria.

¿Qué explica el giro europeo? Los discursos dirán que se trata de un asunto ideológico, aunque los últimos años el rearme del mundo es el telón de fondo más eficaz para impulsar el consenso por el uso de la fuerza -véase el 5% de gasto militar impuesto por EEUU a sus socios de la OTAN- al punto que 5 países de Europa (Francia, Italia, Alemania, Suecia y Noruega) están en el Top 10 de 2024 en la venta de armas en el mundo, que suman el 24% de las exportaciones.

Que, contra lo esperado, las guerras regionales/globales lleven a la proliferación nuclear, es un resultado posible. Si Irán se retira del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), por lo menos 5 países de la región (A. Saudita, Turquía, Corea del Sur, Egipto y Japón) iniciarían una carrera en la misma dirección.  De hecho, existe la opinión de que Irán fue bombardeado no porque estuviese cerca de producir armas nucleares, sino precisamente por no tenerlas, porque si las tuviese -siguiendo el mal ejemplo de Corea del Norte- no habría sido objeto de un ataque preventivo.

El Anuario 2025 del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) reporta que la etapa de reducción de armas nucleares llega a su fin y que se observa la tendencia al desarrollo de los arsenales nucleares, cada vez más vulnerables por la inteligencia artificial.

Existe también otra razón, la que se conviene en llamar el retorno de los estados vasallos, en boga, en varios períodos que preceden a las guerras. Esta vez asoman dos variedades de estados vasallos, grandes y pequeños (Tokatlian J. Clarín 13/05). No hay estados vasallos sin estados amos, potencias que intentan un nuevo reparto del mundo, esta vez a cara descubierta. Hasta el argumento tradicional de defensa de la democracia en las intervenciones de Occidente en los últimos 100 años es silenciado y reemplazado por un relato extractivo mercantil con referencia abierta a la captura de los recursos naturales -Groenlandia y su energía, Ucrania y sus tierras raras, el petróleo en Irán y las inversiones inmobiliarias en Gaza- y el canje de economías de influencia.

La posibilidad de un mundo bipolar o tripolar, sin zonas de disputa, donde cada polo cuente con una cohorte de estados vasallos es el más grande desafío de Occidente a la globalización y la apertura de los mercados. Occidente contra Occidente.

Para el sur global cualquier reparto del mundo entre potencias y el establecimiento de zonas de influencia o su variante “estabilizadora” de guerras intermitentes regionales/globales, es una mala noticia. En A. Latina, salvo Chile, la respuesta a la guerra Israel-Irán y la operación militar de EEUU ha sido dramáticamente tímida, más notorio en el caso de países con políticas exteriores más independientes, como Brasil y México.

En A. Latina sabemos el significado de la Guerra Fría y de las guerras preventivas. Ambas nos trajeron experiencias de origen conservador o progresista que acabaron en tragedias nacionales, algunas de las cuales sobreviven. Si en el mundo se legitiman los ataques preventivos, cualquier potencia, grande o mediana, podría hacer uso de ella y afectar las relaciones en A. Latina donde están latentes algunos focos de tensión, entre Guyana y Venezuela, por ejemplo. De hecho, la imposición unilateral de aranceles por encima de los tratados de libre comercio son una forma de guerra económica preventiva inaceptable para la globalización política y económica.

La guerra preventiva es una guerra contra el derecho internacional, pero también un salto al vacío. Una eventual caída del régimen iraní - un régimen despótico y violador de DDHH y el único estado en el mundo cuyo principal objetivo es destruir otro Estado- activará la fragmentación interna y colocará en mejores condiciones a grupos aún más radicales y extenderá el conflicto hacia otros países por asuntos cruciales como la cuestión kurda. Ya en Irak fracasó la idea de que un cambio de régimen mediante la guerra llevaría al poder a los demócratas internos.

Juan De la Puente

La mitad más uno

Abogado y politólogo. Egresado de la UNMSM, Magíster en Ciencias Penales y candidato a Doctor en Filosofía (UNMSM). Profesor en la USMP y UNMSM. Director del Portal de Asuntos Públicos Pata Amarilla.