Esta semana, el Instituto Peruano de Economía cumple 30 años. Durante ese tiempo, el Perú ha cambiado radicalmente, en su mayoría para bien. Entre los mayores de 40, cada quien tendrá algo distinto que les representa la magnitud de los cambios que ha experimentado el país. Para algunos, lo más significativo será el fin de la hiperinflación, un fenómeno que resulta casi inimaginable para los jóvenes de hoy, quienes encontraron chocante la inflación del 8.5% en 2022, cuando antes esa misma tasa podía alcanzarse en una sola semana.
Otros recordarán las colas interminables y la aplicación de cuotas para adquirir las necesidades básicas, o los cinco años que debíamos esperar para tener un servicio telefónico a un precio exorbitante. Hay también quienes estarán sorprendidos de vivir en un país que pasó de ser un paria internacional a uno que mereció una clasificación de grado de inversión, algo impensable entonces, y en solo 15 años.
Para mí, como economista, un indicador que resume el cambio es que en los 30 años previos a la creación del IPE, los hijos de un peruano promedio eran más pobres que sus padres. Pero, en los últimos 30 años, el peruano promedio vio como sus hijos triplicaban su ingreso, como lo he señalado más de una vez en esta columna. ¿Acaso hay alguien que puede pensar que esto no fue un triunfo inmenso para el Perú?
Todo esto fue posible gracias a una serie de reformas en las cuales el Perú se embarcó en los años 90. Sin embargo, nunca sabremos cuánto mejor estaríamos si hubiéramos terminado esas reformas, para las cuales faltó decisión política. Esto es a lo que se ha llamado las reformas inconclusas del Perú y defenderlas de la inevitable contrarreforma fue uno de los principales motivos para la creación del IPE. Justamente ahora, con el reciente fallecimiento del expresidente Fujimori, podemos reconocer que supo rodearse de un equipo técnico muy capaz, que no se achicaba ante los retos, encontraba soluciones y le decía la verdad. Durante los primeros años de la década de los 90, este equipo técnico operó con relativa libertad y apoyo político. Sin embargo, otros intereses empezaron actuar desde la reelección de 1995, interfiriendo crecientemente con el trabajo técnico, incluyendo las reformas. Así, para fines de 1996, éstas habían prácticamente cesado.
Una de estas reformas inconclusas es la privatización de Petroperú, que estuvo en el tablero, pero al final solo se privatizó muy parcialmente. Analizar por qué no se completó nos será útil para entender el caso de muchas otras reformas. Petroperú no se privatizó en los años 90 por falta de decisión política. ¡Cuánto se hubiera ahorrado si Petroperú se hubiera privatizado entonces! El IPE ha calculado que, en los últimos 10 años, el Estado ha invertido en Petroperú más de 20,000 millones de soles. Y lo peor es que esta semana ha acordado poner unos 8,000 millones de soles más solo para mantener la empresa a flote. Se dice, como se ha dicho antes, que esta vez sí se reestructurará la empresa, pero no existe ninguna penalidad para nadie en caso esto no sea así. La presidente y su premier parecen querer poner en la gerencia a quienes estaban con anterioridad a cargo, lo cual casi garantiza que no cambiará lo que nos trajo a esta situación. Además, parecen n notar que estos anuncios son prueba absoluta de la interferencia política en Petroperú que originó el problema.
¿Por qué no se privatizó Petroperú? Increíblemente, por las mismas razones que hoy la presidente Dina Boluarte no quiere hacerlo: por un miedo inexplicable a la palabra “privatizar”. Dicen que Petroperú es “estratégica” por varios motivos, pero ninguno tiene fundamento real. Veamos.
Se dice que, sin Petroperú en el mercado, las otras empresas subirían los precios. Pero basta con citar los recientes comentarios de la gerencia de Petroperú: “La venta en el mercado nacional aún se ve influenciada por la competencia, que ofrece mayores descuentos y condiciones comerciales, que todavía no puede ser atenuada por PETROPERÚ”. En cristiano, la competencia vende más barato.
Otro argumento es que, sin Petroperú, habría desabastecimiento. Pero hoy Petroperú representa menos de la cuarta parte del mercado nacional, cuando en el 2014 representaba casi la mitad del mercado (y veinte años antes era casi la totalidad del mercado). Esto no ha causado desabastecimiento alguno.
También se afirma que Petroperú provee combustible a las Fuerzas Armadas y a zonas remotas. ¡Pero Petroperú no regala el combustible! Lo vende a las FFAA a precio de mercado y si bien es cierto que provee combustible subsidiado a algunas zonas alejadas, si se les pretende ayudar que se haga como en el caso de las telecomunicaciones: que se concurse y se le entregue el encargo a quien pida el menor subsidio por ofrecer el servicio. Eso es mucho mejor que crear una empresa petrolera fallida para subsidiar a algunos pobladores con nuestro dinero.
Recientemente, en un canal de televisión, defendían a Petroperú diciendo que Petroperú solo perdió dinero 4 veces en los últimos 54 años. ¡Pero esto no toma en consideración los gastos de inversión! Basta revisar los datos del BCR, para comprobar que, incluyendo la inversión, ha perdido dinero sostenidamente en los últimos 11 años, aún sin considerar sus enormes gastos financieros. Es decir, lo dicho en el programa es el equivalente a una mentira piadosa.
Pero vayamos más lejos. Una empresa estatal con activos por 37,000 millones de soles, como Petroperú, debería generar utilidades de al menos 3,800 millones de soles anuales. Esto se obtiene de aplicarle la tasa mínima de retorno que se utiliza para evaluar un proyecto en el Sistema Nacional de Inversión Pública. De no lograrlo, se juzga que es una inversión que no debe hacerse. Petroperú, ni en el mejor de los casos, alcanzaría siquiera la mitad de esa cifra. Esto grafica claramente el problema.
¿Qué podemos esperar de Petroperú en el futuro? Desgraciadamente, muy poco, mientras nuestra presidente y su premier no decidan ser realistas y dejen de creer en cuentos que no tienen ningún sustento. Hasta entonces jugarán al avestruz mientras el hoyo de Petroperú se sigue haciendo más grande. Lo rescatarán, como lo hacen hoy día con 8,000 millones de soles, pero esto solo servirá por algunos meses y, así seguiremos alimentando a ese pozo sin fondo que es Petroperú.
Hasta que un día un grupo de verdaderos amantes de la patria (como dice buscar Dina Boluarte) tome la decisión correcta y, luego de arreglar lo que se pueda en la empresa, proceda a privatizar Petroperú. Porque cuando no hay un buen motivo para que el Estado realice una actividad empresarial, no es ningún pecado privatizar, es nada más que aplicar el sentido común. Tenemos muchas mejores cosas que hacer con 37,000 millones de soles como para hundir otros 20,000 millones.
De La Oroya. Economista y profesor de la Universidad del Pacífico y Doctor en Finanzas de la Escuela de Wharton de la U. de Pennsylvania. Pdte. del Instituto Peruano de Economía, Director de la Maestría en Finanzas de la U. del Pacífico. Ha sido economista-jefe para AL de Merrill Lynch y dir. gte gral. ML-Perú. Se desempeñó como investigador GRADE.