Los retos fiscales futuros, por Kurt Burneo

“Es fundamental incluir una visión intertemporal de cada uno de los componentes del déficit fiscal”.  

*Profesor de Centrum PUCP

Un desafío actual para la economía local es su situación fiscal. Dadas las condiciones actuales, hoy se proyecta un déficit fiscal equivalente al 2,8% del producto bruto interno. Se trata de un déficit mayor del 2% establecido normativamente para este año. Ante esto, el punto de la presente columna es referir qué factores principales están implicados en los desafíos que este déficit ocasiona, más allá del corto plazo, para los gestores económicos.

Antes que nada, por qué es prudente e importante en la gestión macroeconómica que el déficit fiscal (gastos mayores que ingresos del sector público no financiero) y su evolución en el tiempo estén controlados. Directamente, un déficit fiscal no controlado y con una trayectoria creciente conlleva a necesidades de mayor financiamiento en el futuro.

Este mayor endeudamiento, a su vez, implica menos solvencia y mayor riesgo, por lo que, para compensar este último, se tendrá que ofrecer mayor rendimiento en las futuras emisiones de bonos gubernamentales (soberanos), con lo cual crece el servicio de deuda (amortización más intereses) quitando espacio en el presupuesto al gasto corriente (gasto de funcionamiento del Estado) y al gasto de capital (inversión pública). Adicionalmente, como una suerte de externalidad negativa, se encarece también el financiamiento para el sector privado que opera en el país, y se pierde competitividad, efecto recibido sin tener arte ni parte en el incremento de la deuda pública.

¿Qué trayectoria ha tenido en años recientes el déficit fiscal?

Este fue 1,7% del PBI en el 2022, 2,8% del PBI en el 2023. A mayo del 2024, este alcanzó 3,9% (2,8% proyectado este año, siendo lo establecido en la normatividad fiscal 2%) y de 1,6% al 2025. Dada no solo la volatilidad del déficit fiscal y una importante diferencia entre lo proyectado y lo que ocurriría este año, estaba más que cantada la necesidad de modificar la normativa fiscal a fin de hacerla más creíble. La reciente delegación de facultades al Poder Ejecutivo posibilitaría la modificación antes referida.

En esta evolución del déficit, destaca el 3,9% correspondiente a mayo de este año, el cual responde a una caída de los ingresos de 19,8 a 19% del PBI entre el 2023 y mayo 2024, a la par del gasto no financiero pasa de 21 a 21,1% en periodo similar. El reto está en que la economía crezca a tasas cercanas al 5% de tal forma que la velocidad de incremento resultante de los ingresos tributarios sea superior a la del gasto no financiero y, de allí, la senda del déficit fiscal sea descendente sostenidamente. Hoy lo paradójico es que el logro de esta buscada senda podría complicarse en la medida que la actual administración sea exitosa en la ejecución presupuestal —a nivel de devengado— tanto en el gasto de funcionamiento (gasto corriente) como en la inversión pública (gasto de capital).

Relacionado con lo anterior, es necesario contar, además, con una mirada intertemporal de los ingresos corrientes y el gasto no financiero. Si se asume un servicio de deuda con tendencia descendente, producto a su vez de déficit fiscales decrecientes, podría ser una forma. No obstante, el caso es que para lograr un adecuado manejo fiscal no bastaría que, en el corto plazo, estos ingresos muestren una velocidad de crecimiento mayor que el del gasto no financiero, en tanto se necesita también que la dinámica de estos ingresos impliquen un incremento de su base tributaria que servirá para financiar sostenidamente un gasto no financiero creciente, no solo por el incremento natural del gasto de funcionamiento del Estado —mayor oferta de servicios frente a una población incrementada—, sino también porque el gasto de capital actual implicará, a continuación, un incremento futuro del gasto corriente, como los gastos de mantenimiento implicados para preservar la funcionalidad en el tiempo de la inversión hecha. Piénsese, por ejemplo, en el gasto de mantenimiento de una carretera. Claramente, esto es un gasto corriente.

Claro está que, para llevar a la práctica estas recomendaciones, es imprescindible que los gestores económicos cuenten con herramientas de gestión y, entre otras cosas, incluyan en su evaluación con conceptos como la elasticidad de los ingresos tributarios respecto al PBI, la elasticidad que dependerá de la estructura tributaria y del producto, los plazos implicados, el estado del ciclo económico, entre otras variables.

A manera de referencia en lo que corresponde a la elasticidad recaudación tributaria/producto, encontramos que la literatura empírica señala, en el caso del Perú, la existencia de asimetría y no linealidad en esta elasticidad en el corto plazo. En específico, se encuentra, por ejemplo, que, para el caso del Impuesto a la Renta de Personas Jurídicas (IRPJ), hablaremos de la categoría impositiva más elástica y de mayor magnitud de bonanza en el corto y largo plazo. Específicamente, en el largo plazo, la elasticidad del IRPJ respecto al producto, se estima en 1,6; mientras que en el corto plazo lineal es de 2,9.

En conclusión, el actual reto fiscal implica no solo tener un déficit fiscal controlado en el periodo corriente, sino que una mirada intertemporal de sus componentes es indispensable también.

Kurt Burneo

Exministro de Economía. Doctor en Administración y Dirección de Empresas de la Universidad Ramón Llull-Esade, España, Magíster en Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú, exbecario Escola de Posgraduacao Economía de la Universidad de Sao Paulo, Brasil. Economista de la UNMSM, Perú. Investigador Concytec-Renacyt.