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El mundo unipolar de nuestros días, por Manuel Rodríguez Cuadros

"El mundo actual se caracteriza, así, por constituir un sistema internacional unipolar complejo y en transición. Es complejo, pues siendo unipolar, en lo nuclear es bipolar y en lo económico comprende a una potencia ascendente: los EEUU”.

Raymond Aron, en Paz y guerra entre las naciones, diferencia los conceptos de poder y potencia. El primero hace referencia a los recursos naturales, sociales, militares, económicos, tecnológicos, culturales y políticos que posee un Estado para determinar o influir en la conducta de los otros Estados. La potencia es la capacidad y legitimidad para movilizar esos recursos en circunstancias determinadas, con el fin de obtener objetivos específicos. A partir de la dimensión de Hans Morgenthau distinguió tres sistemas internacionales. Si es manifiesta la existencia de un poder superior al resto, nos encontramos ante un sistema unipolar, si dos son los Estados con poderes equivalentes, el sistema es bipolar; y si son varios los Estados con poderes equivalentes, entonces es multipolar.

Existen distintas percepciones políticas, académicas y diplomáticas sobre el mundo de nuestros días. Se ha difundido mucho la idea más o menos generalizada de que la multipolaridad es el patrón de la actual estructura mundial. Autores como Aleksandr Duguin, Fareed Zakaria, Emma Ashford o Evan Cooper sostienen que el mundo es multipolar y que esa pluralidad del poder se caracterizaría por el delineamiento de los Estados Unidos y por la ascensión de un número relativamente amplio de nuevos poderes, como la China, la Unión Europea, Rusia y hasta algunos BRICS como la India.

Si se analizan con cierta objetividad la estructura del poder mundial y sobre todo sus tendencias, es muy difícil sostener la idea de la multipolaridad. Desde el punto de vista del poder militar convencional, los Estados Unidos son largamente la mayor potencia. Su gasto militar es cerca de cuatro veces mayor que el de China (Global Firepower, SIPRI). Su capacidad de desplazamiento para intervenir en conflictos localizados o proporcionar ayuda financiera militar sigue siendo única. Según Conflict Management and Peace Science, posee 254 bases e instalaciones militares en el extranjero y cerca de 200.000 efectivos militares (solo en Alemania y Corea del Sur hay 34.000 y 26.400 respectivamente). China no tiene sino cuatro bases en el extranjero (lo que es también subproducto positivo de su diplomacia no intervencionista). Ningún otro país se acerca ni de lejos a esta capacidad de operación militar en el mundo.

Esta unipolaridad del poder militar no se reproduce en el campo nuclear, donde hay una estructura bipolar entre los Estados Unidos y Rusia. Según el SIPRI, Rusia posee 5.889 armas nucleares y los Estados Unidos 5.244. El contraste con China —que posee solo 350— es  muy marcado.

Si se traslada el eje del análisis del poder hacia el ámbito político, ningún país en el mundo ejerce, como los Estados Unidos, una vinculación instrumental entre su poder nacional y su política exterior de forma tan masiva . La diplomacia norteamericana con fracasos y éxitos es una conjunción del desplazamiento de fuerzas militares y la acción política diplomática. En el Asia, África, Europa y el Oriente Medio. Y en el ámbito más específico de lo político, los Estados Unidos son un actor político interno en la gran mayoría de los 193 países que forman las Naciones Unidas.

 En lo económico, no obstante el ascenso chino, el sistema sigue siendo unipolar. La economía china es dos tercios de la norteamericana. El sistema monetario sigue estando dominado por los Estados Unidos y el patrón dólar no ve amenazado su hegemonía. Es cierto que, en lo económico, China es un poder ascendente y los Estados Unidos lo contrario. Pero aún son economías que no se pueden equiparar.

La globalización ha impactado estructuralmente en el mundo de la pos Guerra Fría. La casi ausencia de intercambios entre los bloques dio lugar a una vinculación intensa de sus economías. Por volumen total de exportaciones e importaciones, Estados Unidos es el principal socio comercial de China y a la inversa. Como China ya es la segunda potencia económica mundial y al 2050 puede reemplazar a los Estados Unidos, Washington aplica una política económica de contención  a los intercambios económicos, científicos y tecnológicos, incluidas sanciones selectivas. Por el contrario, la China —la gran ganadora del proceso global— defiende el comercio libre de beneficio mutuo. En todo caso hay una competencia-confrontación económica. Pero la cooperación-integración tiene una mayor envergadura. En las próximas décadas, esa relación económica de integración-conflicto seguirá marcando el ritmo del proceso global.

En el ámbito cultural,  los Estados Unidos son también un poder unipolar. El American way of life es el patrón de referencia  básico de lo que se denomina la cultura global y el factor externo de mayor influencia cultural en la sociedad china. Los patrones de consumo norteamericano son usuales en la China de hoy. El consumo es también una  influencia cultural.

 El mundo actual se caracteriza, así, por constituir un sistema internacional unipolar  complejo y en transición. Es complejo, pues  siendo unipolar , en lo nuclear es bipolar y en lo económico comprende a una potencia ascendente; y especialmente, porque en lo político-militar la disociación entre poder y potencia es tan grande que relativiza la efectividad del poder unilateral. En este caso de los Estados Unidos. Algunos ejemplos. En un asunto tan grave como la guerra Israel-Hamás, el plan de paz de Biden es rechazado por Israel y no logra ejecutarse. El bloqueo contra Rusia por la guerra en Ucrania ha sido un fracaso.  La economía rusa creció el 2023 a  3,6 % frente  al 0,5 % de la Unión Europea. Y la evolución de la guerra, donde la victoria rusa parece ineluctable, pondrá a la OTAN en un escenario de posguerra impensado,  a pesar de  haber sido previsible.

El debilitamiento de la potencia o del poder blando de los Estados Unidos se observa también en el tablero diplomático latinoamericano. Más allá de que China sea el principal socioeconómico de Sudamérica, en lo político-diplomático hay escenarios poco conocidos. Del   total de las votaciones  en la Asamblea General (2022), el Perú coincidió con América Latina en un 70,94 %. Con China en un 88,89 %, con Rusia 55,56 y con los Estados Unidos solo 22,22. El dato es que esas posiciones no las determina ni la presión ni el interés de la potencia unipolar. No reflejan posicionamientos o alineamientos en función de los ejes de la política mundial, sino la convergencia-divergencia de objetivos y posiciones los Estados. No son votos anti ni pro. Son expresión de intereses nacionales diferenciados.

El sistema unipolar de transición tiene tres características fundamentales y una contradicción principal. Entre las primeras, existe una disociación profunda entre el poder (atributos de la de fuerza e influencia) y la potencia o poder blando (capacidad de utilizar el poder para obtener objetivos deseados). Esto da más inestabilidad al sistema y absorbe el surgimiento de guerras y focos de conflicto, incluida la amenaza plausible del uso del arma nuclear táctica. Al mismo tiempo, las correlaciones de fuerza son entre Estados  y no de bloques. Eso produce márgenes de acción  para que los Estados medianos y pequeños tengan diplomacias más independientes. Y finalmente, en términos económicos, hay una interdependencia compleja que hace que los poderes mayores del sistema tengan límites a sus dinámicas de conflicto.

La contradicción principal es que mientras el mundo occidental, liderado por los Estados Unidos, concibe sus políticas exteriores en una conjunción de normas y valores (la democracia, por ejemplo), China y Rusia  y muchos otros países demandan un mundo solo guiado por normas  y no aceptan que unas sociedades impongan sus valores a otras. Aquí está el germen de una mayor conflictividad.

larepublica.pe
Manuel Rodríguez Cuadros

Exministro de RREE. Jurista. Embajador. Ha sido presidente de las comisiones de derechos humanos, desarme y patrimonio cultural de las Naciones Unidas. Negociador adjunto de la paz entre el gobierno de Guatemala y la guerrilla. Autor y negociador de la Carta Democrática Interamericana. Llevó el caso Perú-Chile a la Corte Internacional de Justicia.