A pesar de que su cara más visible, que es una repelente fusión, en partes desiguales, de las caras de Alberto y Keiko Fujimori (algo así como un Harvey Dent jaladito y más siniestro, si cabe) llega pujando a un 4,6% de intención de voto según la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos, la ultraderecha peruana todavía cree que puede darse el lujo de ir desunida a las próximas elecciones generales.
“Pero ¿cuándo ha estado unida la DBA, si no es en las trapacerías y cuchipandas que perpetran para imponer sus sucios intereses?”, me inquirirá usted, aguzado lector, y tendrá razón. La ultraderecha peruana —por suerte para la democracia— nunca se ha caracterizado por tener un horizonte común y, llegado el caso, se pelea y subdivide con el mismo entusiasmo que la izquierda peruana en los setenta.
Sin embargo, confieso que me sorprendió un poquito que, esta semana, se diera un cisma en Renovación Mediev… ¡ejem!, Nacional, el partido que lidera nuestro indescriptible alcalde limeño. Durante los últimos años, ese grupo político ha sido un puño con Fuerza Popular y las sobras del resto de la DBA en la defensa de la defenestrada fiscal Patricia Benavides y otras causas igual de oprobiosas que llegué a pensar que tendrían la perspicacia suficiente para mandar un solo candidato.
Pero no. El bloque político que hoy disfruta de las mieles del poder gracias a la sumisión de la presidente más impopular de la historia reciente —aunque, valgan verdades, su 5% todavía supera el 4,6% de los dos Fujimori juntos— está dando muestras de que se dispara a los pies cada que tiene la oportunidad y, desde ya, asoman varias cabezas pigmeas que irán a la pelea presidencial. Aquí un perfil de los principales para que vayamos preparándonos por quién no votar.
Así, sin distinguir uno del otro, como si fueran un bicho con dos cabezas, perciben sus potenciales votantes —o sea, ja, ja, ja, ja, ¡cuatro de cada cien peruanos!, perdonen la carcajada— a las dos caras visibles de Fuerza Popular. Es que, sin querer, al ejecutar el indulto trucho de PPK, doña Dina Boluarte dio un tiro mortal a las aspiraciones de Keiko: si antes ella solita era el rostro del fujimorismo, hoy tiene que compartir el “honor” con papi, algo que no le debe hacer nadita de gracia.
Lo cierto es que, con esta nueva cifra, ya ni siquiera es seguro que ella sea la candidata de su movimiento. Si no se sabe cuánto de ese 4,6% le pertenece, puede ocurrir que, de esa ya escasa intención de voto, ella tenga menos del 1% que ostenta el aprismo zombi. ¿Se imaginan al fujimorismo en unas primarias decidiendo quién será su candidato? La sola idea debe hacer que la Señora K se dé de cabezazos y piense en vacar cuanto antes a la inoportuna mucama que creyó que le hacía un favor liberando a su padre.
Quienes lo conocen de cerca, aseguran que, ya en el 2016, don Rafael López Aliaga se juró a sí mismo y a la Virgen mamacita en la que piensa cuando lo aguijonean las oxidadas puntas de su silicio “opusdeiano”, que un día sería presidente, costara lo que le costara. Y por eso está dispuesto, dicen, a gastar lo que sea y pactar con quien sea. Lástima que lo traicione el escorpioncito que lleva dentro y que lo ha hecho anunciar una prematura candidatura al “país de Loreto” que no ha gustado nadita al almirante Montoya (ver más abajo) ni a otros correligionarios suyos que saben que, con el 1,1% que le dan las encuestas de intención de voto, mejor es ir apartándose de él como de una piscina contaminada.
Pero ¿tiene alguna opción López Aliaga? Bueh, soñar no cuesta nada. Él se sigue sintiendo un presidenciable y sí, pues, de los rostros de la DBA que hoy asoman, es el único que ha ganado una elección, la de la Alcaldía de Lima. Tal vez el pobre ni siquiera se da cuenta de que, para sus aspiraciones políticas, eso fue lo peor que le pudo pasar, porque la gente ha podido apreciar, en vivo y en directo, lo mal político (por conflictivo, miope y torpe) y pésimo gestor que es, a tal punto que la imagen de empresario exitoso que vendió en su campaña se terminó de ir al traste.
No lo ha dicho públicamente, pero algunos de sus allegados cuentan que, en sus conversas amicales, don Jorge Montoya jura que, como exmilitarote que es, es el único que podría plantarle cara a Antauro Humala. Y tal vez tiene razón. Ambos son fanáticos de la mano dura y uno puede fácilmente imaginar un debate entre los dos, aderezado con ajos y cebollas, prometiendo ríos de sangre para acabar con la delincuencia, con el narcotráfico, con los corruptos, con los ladrones y hasta con los feos, ¡faltaba más!
¿Y sus méritos? Bueno, el almirante tiene una impecable foja de servicios… a Vladimiro Montesinos, pues fue uno de los altos mandos militares que, humildito y puntual, estampó su firma en el acta infame que buscaba respaldar el autogolpe del 5 de abril de 1992 y rechazar las acusaciones de violación de derechos humanos del régimen fujimontesinista. Él dice que solo se trató de un acta de asistencia, pero igual se bancó que un exespía sin ningún rango le largara un rollo sobre lo que es y no es patriotismo. Y, de eso, ningún militar vuelve.
A casi dos años de las elecciones, estos son solo los rostros más visibles de la derecha bruta y achorada rumbo al 2026, pero hay otros personajillos de (todavía) menor monta que también desvarían, probándose fajines presidenciales improvisados con corbatas, pensando en una posible candidatura presidencial. Algunos son tan opacos que bien podrían ser tomados por outsiders y otros tienen visibilidad, pero tan poco prestigio que no entrarían ni como congresistas. De esos se ocupará el tiempo.
Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.