Cae el PBI minero, un escándalo nacional. Sube el dólar, el apocalipsis. Pero cae la producción agrícola, lo que nos da de comer, y apenas merece algún titular. Nadie habla de planes para “destrabar” la agricultura ni para “reactivar” la economía de las familias campesinas que alimentan al país.
El 2023, la agricultura cayó en 4.1%. Entre las principales causas están los fenómenos climáticos: lluvias intensas en algunos lugares del Perú y falta de agua en otros. En algunos cultivos, la caída es dramática: algunos aceituneros hablan de hasta 90% de pérdidas de sus cosechas por la ola de calor que hemos vivido este verano. Pero la menor producción se registra también en la papa, la quinua, el maíz, el mango, los arándanos e incluso en el arroz nuestro de cada día.
El problema es mundial. El precio del cacao se ha disparado a niveles nunca antes vistos. Algunos ven esto como una “oportunidad” por las ganancias que pueden significar los altos precios, pero ese es un error grave. El precio se eleva por los cambios en el clima: la caída de la producción africana (la mayor del mundo) tiene que ver con episodios de sequía y también lluvias torrenciales en el golfo de Guinea. Esos cambios en el clima también afectarán al Perú: de hecho, la Amazonía sudamericana ya vivió el 2023 una sequía sin precedentes.
El azúcar y el café también están subiendo de precio en el mercado internacional, por similares razones.
La cuestión es simple: el cambio climático que seguimos alimentando hoy con la contaminación ambiental, está sembrando el hambre que mañana sufrirán nuestros hijos y probablemente nosotros mismos. El cambio climático no es un invento de Soros o de los chinos, como aún creen algunos despistados, sino la consecuencia directa de la acumulación de gases de efecto invernadero que se generan cuando quemamos combustibles fósiles como el petróleo. Y está ocurriendo tal y como la ciencia lo había pronosticado hace más de tres décadas. En este caso, guerra avisada sí puede matar gente.
La humanidad requiere una acción común de gran magnitud, sostenida en el tiempo, invirtiendo grandes cantidades de dinero, para transformar la economía, la energía, los modelos de producción y de consumo, a fin de que éstos acaben con su dependencia de los combustibles fósiles. Generar las condiciones para dejar de quemar petróleo a corto plazo es la única manera en que -según la ciencia- se puede evitar las peores consecuencias del cambio climático.
Lo terrible es que, cuando la humanidad necesita más que nunca ese concierto mundial, esa firme unión de voluntades políticas de todos los gobiernos, lo que vemos es lo contrario: un escenario internacional cada vez más fragmentado y dividido, donde los grandes actores de este problema ecológico global (EEUU, Rusia, Europa, China) parecen más dispuestos a invertir dinero para la guerra, que para la lucha contra el cambio climático. Más dinero para la muerte, que para la vida.
Lima. Periodista con estudios de maestría en comunicación política y periodismo ambiental, docente universitario e investigador y activista en temas de comunicación, derechos humanos, política y ecología.