Todos los gobiernos felices se parecen unos a otros, pero cada gobierno infeliz lo es a su manera, se puede decir, emulando a Tolstói al principio de Ana Karenina, sobre la presidencia de Dina Boluarte, que seguirá buscando sobrevivir, como desde su inicio, aunque cada vez más débil, como lo perfiló el domingo este espacio.
La debilidad del gobierno de Boluarte radica, primero, en su impopularidad, que no debe haberse mellado mucho por las denuncias recientes, pues ya estaba rozando el piso.
Segundo, en su inhabilidad para la reacción política, que no era mucha, pero que se ha deteriorado desde el despido de Alberto Otárola de la PCM.
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Tercero, en su inefectividad para resolver problemas básicos de la gente: inseguridad, economía y corrupción.
Cuarto, en la fragilidad derivada de que alguien ‘de dentro’ filtra información del gobierno hacia afuera, como lo señaló la propia presidenta Boluarte el sábado en su mensaje con una alusión que todos entendieron que era para Otárola, su exabogado y expremier.
Quinto, en su dependencia creciente del congreso, el cual, más allá de toda investigación de la fiscalía, corta el jamón en lo que más preocupa hoy a la presidenta: el riesgo de su vacancia.
Esa debilidad se reflejará en la vocación de hacer lo que sea necesario con el fin de asegurar los votos del congreso en la aplicación de políticas públicas, aunque estas rompan principios básicos, como las que se vienen viendo: promulgar sin chistar una norma que promueve la minería ilegal; ceder a que el municipio de Lima se pueda endeudar hasta 3,5 veces sus ingresos; o, en breve, no defender la inconveniencia del sétimo retiro de las AFP.
En ese camino, el gobierno necesitará el respaldo del congreso, para lo cual se realizaron seis relevos ministeriales supuestamente conversados con el parlamento, incluyendo al muy cuestionado titular del interior, como prerrequisito para que el gabinete Adrianzén logre la confianza del congreso esta semana, y supere la moción de vacancia en progreso.
Y así se caminaría durante los siguientes doce meses, salvo que aparezca la evidencia contundente de corrupción que haga imposible que el congreso cargue con esta procesión.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.