Y un buen día llegó el adiós, tu adiós. Al poco tiempo de enterarte de que tus días estaban contados con mayor, indeseada precisión que los de todos los que te rodeamos, dijiste que era mejor morir así, pudiéndote despedir, organizar tu partida, tus asuntos, tus afectos, tus legados. Nos preparaste para tu viaje, a tal punto que al final de este final que no es final, querido padrino, me dijiste que estabas seguro de que “nos vamos a volver a ver”.
Esa frase, viniendo de ti, tan racional con el pensamiento mágico que matizabas con Jung, Freud, el ayahuasca y que, como psiquiatra y psicoanalista, conociste la locura, los demonios y los ángeles, es un consuelo celestial. Una sincronicidad maravillosa con mi hipótesis de que, si el paraíso existe, este no es igual para todos, sino que es a la medida de cada quien. En ese paraíso, como en los paraísos de tantas personas a las que les duele tu partida, estarás tú, Eo.
En mi caso, volveré a Río Grande a que me cuentes tus pasos en Brasil estudiando medicina y cómo fue que empezaste a amar a Guida, volveré a la ventana de la casa de mi abuela, tu madre, para volver a ser el niño que fue el primero en percatarse de tu llegada en ese Passat azul que atravesó el continente y volveré a saltar de alegría porque estaban viniendo a vivir aquí, en Lima.
Volveré a verte, pelucón, subir las escaleras de la casa de mi madre y su esposo, como ese puente que eres y fuiste entre mis dos mundos y entregarme un regalo, yo niño, de nuevo. Volveré a celebrar mis cumpleaños en tu casa, a casarme, a divorciarme, a oler tu consultorio, a tomar ayahuasca y enfrentar sus revelaciones, volveré a tomarte fotos con mi hija y volverás a visitarla a su playa.
Volveré a buscar tu consejo, tu mano, tu abrazo, tu presencia, tu ausencia, tu mesa. Volveremos a escuchar a Chico Buarque, a Milton Nascimento, a Djavan, a Yes, a Peter Gabriel y a Soda Stereo. Volveré a entrevistarte de Gastelumendi a Gastelumendi, volveré a ver las estrellas extrañamente luminosas desde Uruguay a Río Grande cuando iba hacia a tu pasado, a caminar contigo las playas de Casino.
Volverás a regalarme entradas para el concierto de los Rolling Stones, volverás a atenuar a mi vieja, cuando toda la comunicación parecía perdida, volverás a arreglarlo todo y yo, yo volveré a mostrarte mi vulnerabilidad y a decirte, por enésima vez, todo lo que te quiero, Eo, padrino lindo, en una puesta de sol inacabable.
René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.