El asesino reúne a David Fincher con el guionista Andrew Kevin Walker, un tándem que nos dio Seven: pecados capitales y El club de la pelea. La huella del dúo palpita en un producto que combina violencia y tensión mórbida con los recursos visuales de Fincher, unidos a la banda sonora en base a pulsaciones electrónicas de otra dupla, el genio de Nine Inch Nails, Trent Reznor, y su cómplice sónico Atticus Ross.
Michael Fassbender interpreta a El Asesino, personaje de los cómics franceses homónimos de Matz. Una misión en París saldrá mal y El Asesino se negará a pagar el precio de su fracaso declarando una cacería a sus jefes. En el año de John Wick 4 hay que ver cuán opuestas son las ideas de Fincher, quien evita espectacularidades y se entrega a su cinematografía en base a encuadres perfectos y desplazamientos de cámara sedosos que culminan en planos dignos de video musical.
De hecho, el set de la primera escena parisina se asemeja al de su videoclip “Freedom! ‘90” y su paleta visual es tan estilizada como la de Perdida, su thriller de 2014 –Fincher tiene la talla para auto-referenciarse por placer puro. El Asesino va por el mundo con canciones de The Smiths y oímos su monólogo interior como un Joyce haciendo hablar a su Leopold Bloom: nos adentramos en la psique de una máquina de carne y hueso que no parpadea nunca y apenas tiene muestras de humanidad. Por ahí la contrariedad de haber fallado, acaso controlarse para matar en el momento preciso.
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Este no es el Fincher que más emociona; El asesino al final es una historia sin más sorpresas. El punto alto es el tête à tête entre Fassbender y Tilda Swinton –misterio puro– y una escena de buenos golpes. El resto es un fluir continuo de tensión a fuego medio. No nos es suficiente.
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