El aliado principal de la presidencia de Dina Boluarte para su objetivo central de durar hasta 2026 es que no tiene una oposición leal —ni de la otra— que marque sus errores de fondo y lo obligue a mejorar, pero esa ausencia es, también, su enemigo principal para gobernar con solvencia y efectividad.
Dos analistas de distinta ideología lo hicieron notar ayer. Alberto Adrianzén en Diario Uno señala, pensando en la izquierda, que “la fortaleza del gobierno es la debilidad de la oposición” por su fragmentación e incapacidad de “plantear una agenda de debate con el poder”; y Jaime de Althaus hizo notar en El Comercio que la centroderecha “debe aprender a ejercer una oposición seria y exigente a partir de una agenda que resuelva los problemas que han dañado severamente nuestro crecimiento y nuestra gobernabilidad”.
Ambos coinciden con lo que esta modesta columna viene planteando desde hace varios meses por la mediocridad de las oposiciones al Gobierno.
Una oposición leal es la de los sectores políticos que no gobiernan pero que, con sus cuestionamientos, por ejemplo, desde el Congreso, contribuyen a que el ejecutivo mejore su desempeño al sentir que le respiran en la nuca ante sus errores o inefectividades. Pero acá no hay eso. Con muy contadas excepciones, el congreso actual solo está ocupado en robar y en que lo dejen robar. Salvo eso, nada más le incomoda.
La política no es, sin embargo, la única fuente de presión al gobierno. El MEF, por ejemplo, debería marcar al resto de ministerios para que se despabilen ante los principales problemas, pero su afonía es estridente. La inversión privada anda igual de silente.
Y la mayoría del resto de opositores se pierde en la insignificancia y cuestiones accesorias que a la gente le interesa poco, como si Joe Biden le dio la mano a Dina, sin apuntar a lo central: la incapacidad del gobierno de respuesta coherente y efectiva a la crisis económica y a la inseguridad ciudadana, asuntos en los que la oposición tampoco dice nada relevante. Mejor dicho, no dice nada.
El resultado es un desastre para el país por una oposición que le dice al gobierno algo así como “yo hago como que me opongo y tú haces como que gobiernas”. Con eso se dura —pero no se gobierna— sabe Dios hasta cuándo.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.