Como anticipamos hace un par de semanas, Alejandro Toledo está en rumbo a su cita final con la justicia peruana, la que evadió durante 7 años. Sus actos delictivos, que se concretaron con la licitación de la IIRSA Sur en un lejano 2006, se extendieron en el pago de coimas de Odebrecht y de otras constructoras brasileras, al menos hasta el 2010. Todavía se tendrá que esperar un tiempo para lograr una sentencia firme. Es posible que entre el día del pacto colusorio y el día de la condena final medien casi 20 años. Es bueno recodarlo, para entender el contexto de estos días.
Toledo es hoy un político terminado, un profesor desprestigiado, un empresario de sí mismo arruinado. Su poder es nulo. Sus simpatizantes, inexistentes.
Nada de lo que pida será concedido porque ya se conocen todos sus trucos y todas sus mentiras. Su llegada es esperada como un acto de justicia tardía. Como el recuerdo de una gran decepción nacional, de un engaño mayúsculo. Como pasó con Alberto Fujimori, no viene a ser juzgado por sus buenas obras, que las tuvo, sino por sus gravísimos delitos.
Superada la vergüenza que supone tener tres presidentes elegidos democráticamente en prisión, creo que cabe un sentimiento de orgullo. Es verdad que el pueblo los puso en el poder, pero también es verdad que el pueblo “los demanda” como dice la fórmula de la juramentación. Hay un espacio para la reivindicación del Estado de derecho y la lucha contra la corrupción. Para decir, como dicen tantos extranjeros con los mismos gobernantes inmorales: “Al menos, los de ustedes, van presos”.
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Por esto, llama la atención la campaña de intimidación organizada desde las cloacas de la DBA, más bruta que nunca. Esta es la receta: “Viene Toledo y va a hablar de sus cómplices. Coloque música dramática y rellene con el nombre de su odio favorito”. ¡Este es un caso investigado más de una década! Todos los cómplices están imputados o muertos. Me detengo ante lo ridículo porque hasta para inventar teorías de la conspiración hay que tener cierto talento. Y no lo tienen.
Sin embargo, esta vez la derecha bruta y achorada (genial término inventado por Juan Carlos Tafur y Augusto Álvarez) está siendo subsumida en un conjunto más amplio del que hay que hablar. Vamos a llamarlo, a falta de una denominación mejor “el Clan MAC”: mercantilistas, autoritarios y conservadores. ¿Por qué un conjunto más amplio que incluye a la DBA? Porque los MAC pueden ser brutos y achorados, pero no necesariamente de derecha. Hay una izquierda típicamente MAC y es fácil observarla en el Congreso. Cuando Valdemar Cerrón y Jorge Montoya votan juntos, lo que sucede a menudo en temas centrales, estamos ante el Clan MAC. No podemos llamarla alianza o partido. Ni siquiera facción. La cosa es más tribal.
En su último editorial, Gustavo Gorriti describe los métodos. “El atarante” se llama la columna y de eso se trata. De mezclar medias verdades con mentiras abyectas debido al inesperado poder que la debilidad absoluta de Dina Boluarte les concede. El actual proyecto político de la presidenta se resume, en una palabra: sumisión. Su objetivo tiene una línea: “Nos quedamos todos”.
Eso abre un espacio gigantesco al festival de intereses particulares en el que el mercantilismo goza; una demanda por seguridad populista donde el autoritarismo se jamonea; y un discurso hipócritamente conservador, que le sirve de adorno, porque de sustancia, no hay nada. El Clan MAC es repudiado por el 90% del país, pero se siente, después de años, poderosísimo. Tiene algunos medios como cámara de amedrentamiento y un hampa trol que mantengo a raya en redes sociales, cosa que a pocos divierte, pero a mí me entretiene mucho.
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El Clan MAC va desde Porky hasta Cerrón, desde los viejos lesbianos hasta La Pestilencia, pasa por las viudas de Merino y los viudos del Congreso disuelto del 2019, pasa por muchos medios limeños (exitosos solo en San Isidro), pasa por los que dicen ser liberales y por los que rumian “caviar, caviar, caviar” y pasa, hay que decirlo fuerte, por todas las actuales bancadas parlamentarias, sus mocha sueldos y sus falsos pastores.
De ahí el desprecio popular al Congreso. Hoy el poder es MAC, pero el pueblo no lo es. Por ello la inmensa crisis de representación que la llegada de Toledo está lejos de resolver.
Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia Comparada por laUniversidad de Texasen Austin. También ha seguido cursos en la Facultad de Humanidades, Lengua y Literatura de laPUCP. Einsenhower Fellowship y Premio Jerusalem en el 2001. Trabajó como abogada de 1990 a 1999 realizando su especialización en políticas públicas y reforma del Estado siendo consultora delBIDy delGrupo Apoyoentre otros encargos. Desde 1999 se dedica al periodismo. Ha trabajado enradio, canales de cable, ytelevisiónde señal abierta en diversos programas de corte político. Ha sido columnista semanal en varios diarios.