Gran Orquesta de Domínguez sufre grave accidente

El país más crédulo

“Nos conviene volver a los métodos clásicos de elección de input relevante, hurgando la fuente de donde se emite una noticia u opinión”.

Perú es el país con el índice más alto de riesgo de #infodemia en América Latina, según el Observatorio de Infodemia de la COVID-19. ¿Qué significa eso? Que aquí se consume mucha información —tanta como para intoxicarse— y que, además, ella no proviene de fuentes confiables, induciéndonos al error.

La resultante de esa infodemia es un alto nivel de desinformación y sesgo en la opinión pública que generalmente se larva en las redes sociales, gracias a su enorme resonancia y a la ausencia de barreras para construir narrativas de todo tipo.

Es tan fuerte la carga emocional que se dispara en Twitter, que más de una vez algún notable o persona sensata ha trastabillado y termina convirtiéndose en la peor versión de sí misma. Como decía en una de sus columnas Augusto Álvarez, citando a Pablo Ordaz: “Twitter es una máquina muy eficaz para atacar al contrario, y casi perfecta para arruinar la propia imagen”.

¿Por qué la gente se transforma en su peor versión al mejor estilo de Mr. Hyde en las redes? Probablemente, la alta carga de emocionalidad que se muestra en estos espacios lleve a que las personas más cautas relajen su capacidad de contraste y terminen propagando bulos, o lo que es peor, confusión y desconfianza. Tan potente es este comportamiento avezado, que Twitter ha decidido experimentar algunas acciones de autorregulación que puedan disminuir la infodemia en casos especiales como por ejemplo procesos electorales.

¿Disminuirá ahora la infoxicación, las mentiras y la denigración en Twitter? ¿Volverá a ser ese amable lugar de socialización digital que antaño nos ofrecía interacciones valiosas y un ticket de ingreso a esa aldea global que es el internet? Aún es muy prematuro saberlo, pues la empresa dueña de la plataforma digital todavía está en fase de experimentación. Pero sus esfuerzos se orientan a disminuir el error.

Mientras tanto, nos conviene volver a los métodos clásicos de elección de input relevante, hurgando la fuente de donde se emite una noticia u opinión. Porque en Twitter no todo lo que brilla es oro y las verdades suelen ser opacas, últimamente.

La República

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