Morir es como nacer de nuevo
Dejas tus zapatos
Pero igual caminas cada primero de noviembre
Solo saben que estás allí
Quienes te quieren y recuerdan
Calmas tu sed y a veces tu hambre
Picando una wawa
O un poco de comida,
Esa que tanto te gusta
Te bailan y tú también quisieras hacerlo
Sientes la cerveza y el salud.
Ojalá no te hubieras ido.
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Tantas veces compartimos sesiones de amasado con Adelita López y descubrimos el alma de sus wawas. En Ayacucho son sagradas y una expresión de intercambio entre vivos y muertos. Sentarse a la mesa y compartir bollos, ponche, vino y panes en formas de muñeca y de caballo significa también homenajear a las comadres y compadres, darle poder a la vida y al recuerdo, a la reunión familiar, a la tradición.
Aprendí, a través de la costumbre, esa relación armónica con las ánimas, la memoria y el corazón, ese vínculo eterno que se reafirma cada año cuando se inicia el mes de noviembre. Cuando en Ciudad Eten (Lambayeque) don Antonio mantiene las velas encendidas ante la figura de un esqueleto con su guadaña y coloca vasos llenos de agua en cada esquina de la casa, para que la esposa muerta sepa que no la ha olvidado.
Las mujeres dolientes de La Arena (Bajo Piura) ofrendan miel y una colorida gama de dulces llamados angelitos. Disponen el mantel sobre el piso y arman porciones especiales para sus invitados. Están en el centro de la plaza. Juiciosas y atentas, ansiosas. Buscan a niñas y niños que tengan la edad de sus pequeños difuntos y los traen junto a ellas para darles de comer, para endulzarlos y alegrarlos.
Es el Día de los Ángeles. Las escenas (diversas y conmovedoras) son pura ternura y sonrisa. Se replican (sin límites) cada año la mujer doliente (madre, hermana, tía, abuela) bendice al convidado y lo cariña sirviéndole lo que ha traído, pues sabe que la “mención” o la primera probada que este realice será suficiente para cumplir con aquel que ya no está aquí.
Comunicadora Social. Creadora del programa de televisión Costumbres. Personalidad Meritoria de la Cultura desde el 2015.