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No es burla, es misoginia

Porque no es que ‘’ya no se puede decir nada’', es que ya no estamos dispuestxs a pasar por alto discursos sexistas

Parece mentira que, a esta altura del partido, todavía haya que explicar por qué agredir de manera sexista a una mujer que es una de las principales autoridades del país es una forma de acoso: acoso político. Parece mentira que, a la vez que muchos canales de televisión se ‘’ponen la camiseta’' contra la violencia de género, tengan entre sus más notorios rostros a personas con comportamientos misóginos contra mujeres de izquierda.

Porque no, combatir la violencia de género no significa dar un mensaje reprobatorio después de emitir un reportaje revictimizante y sin mayor reflexión sobre un feminicidio, significa cuestionar qué discursos machistas y de odio se permiten tras el escudo de la ‘’libertad de expresión’', qué imaginarios y representaciones se forman y se ayudan a consolidar tras la pose de periodista ‘’serio’'.

Pero la trayectoria no te hace intocable ni el tono de voz te da la razón. Y aunque en este momento las luchas feministas, decoloniales y antipatriarcales están más presentes que nunca, parece necesario explicar cuestiones básicas sobre acoso y feminismo para que, como comunicadores y personas, no seamos cómplices de la trivialización de la violencia.

‘’Si no nos podemos burlar de todos, no nos podemos burlar de nadie’'

El periodista en cuestión alega que él ‘’también’' ha sido víctima de burlas en las redes sociales. Sin embargo, algo que parece olvidar es que las ‘’burlas’' a las que refiere son, en realidad, señalamientos por su manera de entrevistar y dirigirse hacia mujeres políticas de izquierda: agresivo, sin dar oportunidad de réplica y con sesgos machistas. El comunicador pasa por alto que ninguno de estos comentarios llegó a él por su condición de hombre. Esa es la diferencia. Mientras que los varones en situaciones de poder son cuestionados por su desempeño profesional, las mujeres son atacadas por su físico, su conducta sexual y sus vínculos sentimentales. Mofarse de la primera ministra por cómo luce el pelo no es un comentario jocoso, es un recurso de invalidación sustentado en prejuicios sexistas.

‘’Ya no se puede decir nada’'. ‘’¿Cuál es la macana?’’. ‘’¿En qué dictadura vivimos?’’

Se suelen vender las luchas feministas y antipatriarcales como supuestos regimenes autoritarios en los que ‘’ya no se puede decir nada’' y ‘’ya no se puede hacer nada’' o, mejor dicho, ‘‘’ya no se les puede decir nada’' y ‘’ya no se les puede hacer nada’'. Porque con este canto tantas veces repetido lo que estas personas dicen es que las mujeres, las diversidades, estamos muy sensibles, que no tenemos sentido del humor. Porque la base sobre la que se ha construido el discurso hegemónico machista es la obediencia, la sumisión, el callarse y pagar ‘’derecho de piso’'. Y ante la resistencia, ante la respuesta organizada, el recurso fácil (casi como el terruqueo) es llamarlas dictadoras, recurrir al miedo para tergiverzar y desinformar sobre aquellos movimientos que buscan transformarlo todo.

‘’¿Qué es esta política de la cancelación?. ‘’Feminismo vs. Feminazismo’'

La llamada ‘’cultura de la cancelación’' es un debate, incluso, dentro de los propios feminismos. Están, por un lado, quienes creen que ésta replica el sistema punitivista y patriarcal al que nos hemos acostumbrado: el del señalamiento y el castigo; y, por otro, quienes consideran que, como la palabra de las mujeres y diversidades siempre ha sido la silenciada, la cuestionada, la desechada incluso por quienes deberían protegernos: autoridades, policías, intelectuales, periodistas respetados, dueños de medios, la interpelación a una persona por sus discursos nocivos es una manera alternativa y disidente de encontrar justicia social y simbólica. Y digo simbólica porque, al final, nada pasa. Las mujeres seguimos siendo las violentadas y las personas que nos violentan siguen dando sus ‘’opiniones’' en televisión nacional.

Parece mentira tener que explicar esto ahora. Parece mentira que, con cientos de mujeres asesinadas, miles de desaparecidas, niñas violadas y obligadas a parir, transfeminicidios, discursos homofóbicos, todavía se siga equiparando feminismo con nazismo, una comparación que solo puede hacerse desde la más absoluta ignorancia voluntaria, desde la más nula consciencia del privilegio que te da el ser hombre y blanco, con un altavoz desperdiciado para invalidar a una mujer, en lugar de usarlo para ser incisivo con quienes sí deben respuestas. Porque no es nazismo, es feminismo, una revolución pacífica y por la igualdad, porque no es ‘’política de la cancelación’' o que ‘’ya no se puede decir nada’', es que ya no estamos dispuestxs a pasar por alto discursos sexistas. Porque no es chiste, es acoso. Porque no es burla, es misoginia.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.