Por Sandro Mairata | @CINENSAYOLat y @smairata
El más reciente filme del maestro Ridley Scott recuerda vagamente su primer filme, Los duelistas (1977), con un joven Harvey Keitel en el coprotagónico. El último duelo –que acaso pudo tener un mejor título, pero respeta el nombre del libro original de Eric Jager– se basa en un episodio histórico de sobra conocido en Francia: la última ocasión en que un duelo a muerte fuera autorizado legalmente para hacer justicia.
En la Francia medieval de 1386, Jean de Carrouges (Matt Damon) es un militar de carácter árido; es ambicioso y tiene nociones férreas sobre el deber, la dignidad y la lealtad, pero carece de carisma y tacto para avanzar su posición social. Exige una dote más alta –en este caso, un terreno– por desposar a la bella Marguerite (Jodie Comer). Está a punto de convertirse en capitán, pero sus reclamos le llevan a denunciar al propio conde Pierre D’Alençon (Ben Affleck), su jefe. Este le da la capitanía a Jacques Le Gris (Adam Driver), el mejor amigo de De Carrouges, quien prefiere los placeres mundanos de la vida cortesana en la capital.
En ausencia de De Carrouges, Le Gris tiene sexo con Marguerite, desatando el reclamo que llevará adelante el duelo.
Scott deja el guion en manos de la directora y guionista Nicole Holofcener, junto a la dupla Damon-Affleck, quienes cierran su foco en Marguerite como eje de un alegato antimachista que reverbera en su crítica revisión del mundo medieval. No decimos “feminista”: Marguerite repudia las condiciones de su época, pero no busca cambiarlas. Las mujeres en pantallas tampoco. Todas han aprendido a navegar en la marea de una misoginia oficializada en el clero, la realeza y la justicia.
Pero Scott & Cía. sí se dan tiempo para restregarnos en la cara lo que fue y no debiera volver a ser: De Carrouges obtiene una promesa del padre de Marguerite que esta “cumplirá su deber y le dará un hijo varón”. El sexo de los cónyuges provoca lástima por Marguerite. La pena por dar un falso testimonio podría ser para Marguerite tortura y ser quemada viva en la hoguera (una exageración del guion).
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La narración se divide en diversos puntos de vista al estilo de Rashomon (1950) de Akira Kurosawa; uno de los testimonios será rotulado nítidamente como “la verdad”. Scott toma esta posibilidad para aprovechar una minuciosa reconstrucción de época y extrae una gran actuación de Jodie Comer. Sin embargo, Damon no convence. Hace falta más que un ceño fruncido por dos horas; Adam Driver es el mismo de la mayoría de sus filmes –no se le exige mucho salvo en el combate final– y un rubio Ben Affleck es un personaje de apoyo que no redondea su potencial peligro. No estamos ante una de las cintas mayores de Scott. De todas formas, merece verse.
el ultimo duelo
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