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“... han cambiado las denuncias de fraude por el pedido de vacancia. Creen que son parte de la solución, pero son parte del problema...”.

Si algo debe tener claro el actual Congreso, en particular el grupo que votó por la actual Mesa Directiva, es que la percepción de que se esté abusando del voto pasa la factura. La derrota de Keiko Fujimori es la mejor evidencia. Como ha ocurrido con otros gobiernos, la ciudadanía quiere ver avances en los problemas urgentes e importantes. Está harta de la corrupción, la falta de compromiso y la inoperancia en todos los niveles de gestión. Esa es la vara con que medirá tanto al Parlamento como al Ejecutivo. Más allá de las discrepancias con el gabinete que se avizora, debe recordar que la gente está pidiendo cambios. Por ello debe hilar fino para diferenciar a quiénes y qué apoyar, así como a quién y qué debe supervigilar.

A la luz de lo ocurrido luego del discurso del 28 de julio, se puede pensar que no solo es que Cerrón se esté imponiendo, sino que Castillo comparte con él una serie de objetivos. Una posibilidad era que, una vez llegado al poder, existiese una división donde el profesor tuviese mayor autonomía sobre su gabinete, mientras Cerrón lideraba la representación de Perú Libre en el Congreso. Está claro que eso no es así. La vehemencia y falta de escrúpulos de uno puede que no guste al otro, pero el actual presidente ya mostró, en otros momentos, que es capaz de tolerar compañías que le permitan conseguir sus metas. Discreparán en métodos e intensidades, pero el cambio de Constitución y modelo de desarrollo, así como el rechazo a los símbolos del poder tradicional, une a ambos. Uno va de bocón tuitero; el otro, callado, ha inscrito a su gremio en el Ministerio de Trabajo y van por más.

Sin embargo, Castillo es el que tiene que gobernar y la población demanda cambios. Tarde o temprano, la gestión de lo inmediato, así como la claridad, o no, de objetivos le pasarán la cuenta. Cerrón, como él mismo ha señalado, considera que esto solo es un peldaño para un objetivo mayor. Está en plan de copar y repartir cargos (la lógica corrupta de siempre de “ahora me toca a mí”) y de tratar de usar el Ejecutivo con fines partidarios de cara a las elecciones subnacionales. Es probable que Castillo y Cerrón sí coincidan en buscar una mayor presencia, a través de gobiernos regionales o provinciales para, desde ahí, tener mayor posibilidad de presión política.

No será sencillo, pero el Congreso debería apoyar o liderar los cambios que la población demanda. No se debe confundir oposición con inmovilismo. En algunos puntos coincidirá con el Gobierno y en otros no, pero es importante que no se pierda el norte. El maniqueísmo del populismo no debe distraer, como tampoco debe ser una excusa el quedarse en la crítica a los insólitos personajes que van apareciendo. No se debe confundir la fiscalización a los nombramientos con la importancia de avanzar en la solución de los problemas que están bastante identificados. La democracia debe defenderse mostrando su capacidad para resolver conflictos, modificándose ahí donde sea necesario, integrando demandas históricas, pero no se debe caer en la provocación de mantener una dinámica de polarización que afecte la gobernabilidad.

En estos días los ánimos de un grupo de electores siguen crispados y enganchados en la animadversión de la campaña electoral; han cambiado las denuncias de fraude por el pedido de vacancia. Creen que son parte de la solución, pero son parte del problema. Del otro lado, Cerrón y sus voceros quieren utilizar las postergadas demandas ciudadanas y los diversos estereotipos sobre lo andino y lo criollo para justificar el copamiento de cargos en ministerios.

La democracia necesita recuperar la capacidad de reflexión y debate, salir del inmediatismo y el maniqueísmo. Los conflictos, las carencias y las preocupaciones de la población están ahí presentes. Se merecen una mejor respuesta.

(*) Psicólogo social, Universidad de Lima

Pedro Castillo B&N

Pedro Castillo B&N

La República

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