El 6 de julio de 1821 La Serna dejó Lima, encargando su gobernación al marqués de Montemira, quien invitó a San Martín a entrar en ella. Los pobladores, temerosos o entusiastas, oscilaban entre refugiarse en el Callao o respaldar la independencia.
Pero más allá del dilema de los limeños, la llegada del libertador consolidaba su estrategia al proclamar la independencia en Lima sin derramamiento de sangre. San Martín sabía que la gesta patriótica no había terminado; el ejército español seguía activo en la sierra, y en Lima la fortaleza del Callao estaba en manos de los realistas.
A su llegada, el 12 de julio, el libertador envió un oficio al conde de San Isidro, Alcalde Ordinario, para que convoque a una junta general de vecinos donde se les consultase su voluntad por la independencia. Tres días después, se acordó que el Libro de Cabildos debería permanecer abierto para que pudieran firmar el acta los vecinos que lo desearan.
Así lo hicieron 3.504 hombres pertenecientes a las clases medias y altas. Días después, el 28 de julio, se realizó la proclamación pública dentro de un ritual concebido con la gala y notoriedad que merecía el hecho. San Martín y su estado mayor reunidos en la Plaza Mayor frente a un gran número de vecinas y vecinos, batiendo la bandera, pronunció las palabras que daban cuenta del surgimiento de la patria libre e independiente, por la voluntad del pueblo y por la justicia que Dios defiende.
El repiquetear de los campanarios limeños, las salvas de los cañones y la entrega de monedas conmemorativas realzaron el acto. Luego, la proclamación la replicarían en las principales plazas limeñas.
El triunfo patriota logró nuestra soberanía política. Con ello, se pusieron los cimientos de la nación peruana, que un tiempo después crecería sobre principios republicanos basados en una Constitución. Difíciles retos se abrieron en un país multicultural y diverso. En el siglo XX esa soberanía, con sus derechos y responsabilidades, se hizo extensiva a todo el pueblo peruano. Nos toca a los ciudadanos protegerla y afianzarla, un reto más en este bicentenario.
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