Puede que la decisión que tome el Congreso, con relación al nuevo gabinete, sea una suerte de venia benevolente de quien ejerce hoy un monto de poder que antes no tenía. Una suerte de revancha institucional, defensa de sus fueros como gustan decir algunos, ante quien disolvió el anterior parlamento y ganó puntos en las encuestas a partir de esas confrontaciones.
En el último año de gobierno, el ejecutivo ya no puede utilizar los mecanismos que ayudan a mantener un balance de poderes mientras que en el hemiciclo sigue la posibilidad de ejercerlos todos. Solo por eso, la realpolitik, en el sentido de acciones pragmáticas que eviten un mayor conflicto, se debe imponer en palacio. Pero este pragmatismo no solo debe expresarse en el nombramiento de ministros que no generen animadversión.
Eso sería caer en una lógica de negociación de pierde-pierde que nos llevaría a profundizar todas las crisis que afrontamos. Se necesita una mejor lectura del variopinto Congreso y el planteamiento de propuestas viables y con algún encanto para estos meses. Como señala un reciente artículo de Martín Hidalgo en El Comercio, se pueden considerar alrededor de 17 grupos con posiciones diferenciadas en la Plaza Bolívar.
Como ninguno de ellos está vinculado al gobierno, el dato adquiere mayor relevancia. Acción Popular (a pesar de sus divisiones) y APP están más al centro y comparten su extendida presencia en regiones. Una actúa con influencias múltiples y el otro se alinea con quien ejerce de dueño, pero tienen en común posiciones que defender o ampliar en diferentes regiones del país. UPP y Frente Amplio obtuvieron un importante apoyo en el sur y es probable que ese mismo sea el escenario de disputa en las próximas elecciones.
UPP desarrolla un discurso populista que ha tenido apoyo en una zona del país donde prima la percepción de marginación y centralismo más que en otras. Podemos fue básicamente el resultado de Lima debido al apoyo a Urresti y no sabemos bien qué pasará con el parlamentario que dice que votará diferente, pero que a veces vota igual. Puede que la desinformación de la ciudadanía y su activismo mediático lo ayuden.
El Frepap es la expresión de un voto popular, más que de izquierda, que probablemente crezca electoralmente. Su votación fue básicamente limeña pero su imagen vinculada al agro y sus características organizativas y de identidad permiten pensar en un populismo sin caudillo, más institucional. Y luego habrá que sumar los que aparezcan como candidatos a partir de octubre.
Del lado del Ejecutivo, la pandemia se ha vuelto a instalar como prioridad, pero también debería serlo la mirada a lo que ocurre en el interior del país, en todos sus frentes. Por eso, no se debería dejar en segundo plano las declaraciones del actual ministro de Energía y Minas que ha puesto por delante la idea de desarrollo territorial como “la columna vertebral del Perú”.
Un punto de partida que no es nuevo pero dicho por quien lidera el sector, podría ser un elemento que articule el diálogo sobre reactivación y desarrollo económico en el corto y largo plazo, donde todos ganen.
(*) Profesor/investigador de la Universidad de Lima.
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