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28 años después: Cantuta no se olvida

“Recuperemos la noción de comunidad, son nuestros desaparecidos, no dejemos de buscarlos y exijamos que la justicia no demore”.

Mañana sábado se cumplen 28 años desde que agentes del grupo Colina irrumpieron de manera violenta en los dormitorios de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle La Cantuta, para secuestrar y luego asesinar cruelmente a nueve estudiantes y un profesor. Este caso, simbólico para la lucha por derechos humanos en nuestro país, aún no está cerrado. Parece increíble, pero las y los familiares de las víctimas aún siguen un viacrucis.

Cantuta fue gravitante para lograr la extradición y posterior sentencia de Alberto Fujimori. La perseverancia de hermanas, madres y padres de las víctimas permitió que nuestra sociedad diera un paso histórico en la lucha por verdad y justicia. Pero tenemos varias deudas con ellas y ellos.

Quizá lo más grave es que los cuerpos de Felipe Flores Chipana, Armando Amaro Condor, Robert Teodoro Espinoza, Dora Oyague Fierro y Heráclides Pablo Mesa, víctimas de este terrible crimen, siguen sin ser hallados. Sus familiares no pueden darles un entierro digno que les permita en parte cerrar el duelo. El Estado no parece hacer mucho por las y los desaparecidos. Junto a ellos, todavía hay más de 13 mil en nuestro país, en fosas y entierros clandestinos.

El expediente Nº 56-2013 aún no tiene fecha para juicio oral. El 2007 la Sala Anticorrupción declinó y pasó el caso a la Sala Penal Nacional. El 2013 esa Sala decidió acumular el caso Cantuta con el caso Pativilca. Son doce los procesados, entre ellos Hermoza Ríos, Pérez Document, Martin Rivas y Vladimiro Montesinos. ¿Cuánto más tienen que esperar los familiares?

De los expedientes ya resueltos, hay varios procesados prófugos de la justicia. Más de 10 años prófugos. ¿Por qué no se ofrece recompensa por ubicar a estos criminales? A esto se suma que los condenados no han pagado aun ni un sol de la reparación civil. Y el Estado tampoco ha terminado de pagar la parte que le corresponde por orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Como en el caso Cantuta, hay cientos, miles tal vez, de familiares de víctimas de violación de derechos humanos que esperan justicia. Algunos de ellos, familiares de víctimas de casos como Cayara (1988), ya se están muriendo. Se irán de este mundo sin hallar a sus hijos e hijas. No permitamos que sientan que su lucha es solitaria. Recuperemos la noción de comunidad, son nuestros desaparecidos, no dejemos de buscarlos y exijamos que la justicia no demore más.