Esta pandemia ha desnudado realidades disímiles; sociedades complejas, precarias, racistas y la crisis económica solo llegará para asentarse y profundizar aquellas características. Al menos este es el análisis generalizado que muchos repiten, quedándose quizá en el análisis, sin poner énfasis en todo lo que se podría hacer para mitigar sus letales consecuencias. Y es que esta es la labor de nuestra clase política… la que ahora pierde el tiempo discutiendo, peleando batallas perdidas, motivados por el oportunismo electoral hasta el 11 de abril del próximo año.
Todos los años, organizaciones de la sociedad civil vienen estudiando la desigualdad a nivel mundial y nuestro país no es la excepción. La realidad es que hasta fines de enero de este año, en América Latina y el Caribe, “el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza. El número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde el año 2000” (Informe Oxfam, 2020).
En esa línea, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo abrió su banco de datos y Ojo Público reveló el detalle: “22 grupos económicos con matrices en los paraísos fiscales de Bermuda y Luxemburgo operaban en el Perú a través de 59 empresas subsidiarias”. La razón detrás de establecer este mapa de datos es registrar presuntos esquemas de elusión fiscal, teniendo en cuenta los reportes país por país; en nuestro caso, tomando en cuenta la información declarada ante la Sunat.
Esas cifras también nos sirven para el momento de tomar acción: nos enfrentamos mundialmente a una ola de rebrotes que podrían devenir en una nueva cuarentena, es decir, en un nuevo freno para la economía. Es ahí en donde tenemos que replantearnos qué hacer con nuestra desigualdad. Se dejó de lado la discusión sobre el impuesto al patrimonio, cuando cada vez más cifras y un mayor número de análisis cualitativos nos demuestran que es una medida aplicable bajo ciertos parámetros. Vivimos en un país con altos niveles de informalidad, pero también en uno donde hay gente que lo tiene todo y gente que no tiene ni para comer. El sentido de humanidad –no solo de unión– entre los peruanos tiene que calar en las discusiones congresales y en el imaginario de todos. Es un buen momento para empezar a cambiar todo, y enrumbarlo hacia un mejor destino.
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