Opinión

El eterno retorno

"La pandemia va a acabar un día, por lo que debemos desde ya ir perfilando el inicio de una nueva patria nueva".

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Para nuestro primer centenario se dieron las condiciones claras para un cambio de paradigma. Veníamos de la derrota de una guerra que nos dejó en la más absoluta depresión social y económica, paradójicamente, en medio de una tan promocionada bonanza del guano que prometía infraestructura y grandes obras nacionales pero que benefició, como siempre, solo a una pequeña elite oligárquica.

La “República Aristocrática” de Pardo dejaba la hegemonía del poder a la “Patria Nueva” de Leguía, que se convertía en un modelo bastante mejor pensado que el predecesor. Primero, porque aprovechó el auge económico posterior a la Primera Guerra Mundial que nos convirtió en un destino de capitales extranjeros para proveer de materias primas a una Europa maltrecha, aliándose con unos empoderados Estados Unidos.

Segundo, porque abrió las puertas de los espacios cerrados y copados por la oligarquía a la nación indígena, ampliando además la clase media criolla, legitimando nuestra diversidad, pero, sobre todo, constituyendo una importante fuerza social de apoyo político.

Tercero, y quizás lo más inteligente, porque se respaldó en la academia, las ciencias y las artes para construir los símbolos del orgullo nacional, para reescribir la historia a través del indigenismo en las pinturas de Daniel Hernández y la literatura de Enrique López Albújar, además de adornar su gestión con un desarrollo importante de infraestructura urbana.

Es simbólico, por otro lado, ver lo maltrecho que entra el país a su último año previo al bicentenario de la independencia. Mientras el Ejecutivo se enfrasca en el combate frente a la pandemia, con los recursos precarios con los que cuenta, el Congreso utiliza su rol de fiscalización como arma de ataque político sin mayor sentido, tomando en cuenta la actual coyuntura.

Pero también surgen voces que reivindican la lucha contra el racismo y el machismo, que se decepcionan de un neoliberalismo mezquino y torpe, que ha mostrado sus propias contradicciones al despotricar del Estado y luego reconocer el rol fortalecido que debería tener.

Un siglo después, pasamos por una nueva crisis global que cuestiona los ejes hegemónicos y que ofrece una gran oportunidad para reescribir nuestra historia, sobre una verdadera narrativa liberal que incorpore a los sectores excluidos y cierre la brecha social, fortaleciendo verdaderamente la clase media y termine de construir la ciudadanía de nuestra nación inconclusa a través de las industrias culturales, la ciencia y la tecnología.

La pandemia va a acabar un día, por lo que debemos desde ya ir perfilando el inicio de una nueva patria nueva.