Ernesto Cavassa, S.J. (*)
El ministro de Educación ha anunciado que se han recibido más de 100.000 solicitudes de traslado de colegios privados a la educación pública. Es una situación inédita. En la historia de la educación peruana no se ha dado nunca un fenómeno parecido. Es también un gran desafío: cómo asumir tantos alumnos en tan poco tiempo sin perder los logros alcanzados con tanto esfuerzo en los últimos años.
De 9 millones de estudiantes en educación básica, alrededor de un tercio son atendidos por el sector privado. Según estudio reciente de Minedu, el 14,8% del total de escuelas primarias son privadas de bajo costo y en secundaria llega a representar el 18,1% del total, con una alta concentración en las regiones de Arequipa, Callao, Lambayeque y Lima Metropolitana, siendo en esta última mayor que el 25% del total de escuelas. Lamentablemente, estas escuelas alcanzan los peores resultados, especialmente en los primeros grados de primaria, en capacidades básicas sustanciales como comprensión lectora y matemática. Recordemos que la educación es un proceso habilitante de otros derechos: lo que no se obtenga a tiempo limitará posteriormente oportunidades laborales, académicas, profesionales, socio-emocionales.
En esta situación de emergencia educativa, hay que seguir apostando por una educación de calidad para todas y todos los niños, niñas y adolescentes de nuestro país. Eso significa inversión, como lo ha manifestado públicamente en varias oportunidades el presidente de la República. Inversión en el mayor activo que disponemos: nuestra gente. Ante la llegada masiva de estudiantes a las escuelas públicas, se debe evitar caer en la tentación de saturar al docente o a los directivos de las escuelas, ya de por sí bastante demandados, aumentando en exceso el número de alumnos en aulas y/o escuelas sin considerar a la vez incremento de docentes y de equipos directivos en estas. La respuesta debe ser integral.
Es necesario, además, ofrecer a las escuelas la autonomía funcional que requieren para atender a sus alumnos del modo más adecuado sin recargarles con obligaciones administrativas que burocratizan los procesos educativos. Más aún ahora que tendrán que conocer y atender una población escolar totalmente nueva.
La educación a distancia nos presenta la oportunidad de dar un importante salto en el tiempo con equipamiento, tecnología y fortalecimiento de capacidades docentes. La ampliación del servicio a un gran número de estudiantes no puede resolverse únicamente con encontrar o abrir vacantes en las escuelas, sin crear condiciones pedagógicas adecuadas; esto solo significaría precarizar la educación pública.
De la misma forma en que desnudar la realidad del sector salud ha sensibilizado y movilizado a la sociedad peruana, la actual crisis está poniendo de manifiesto las carencias y dificultades de la educación en el Perú. En este momento en que se reclaman servicios públicos que por lo menos respondan al cumplimiento de derechos fundamentales, las adecuaciones que se implementen en el traslado de estudiantes de la escuela privada a la pública deben ser ocasión para generar condiciones necesarias que sirvan como punto de partida a procesos permanentes y estratégicos, superando una mirada cortoplacista. Es el momento para crear conciencia y exigir la inversión en educación que por tanto tiempo le ha sido negada. No perdamos esta oportunidad.
(*) Director general de Fe y Alegría en el Perú.
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