Renzo Gómez Vega: “Hemos corrido siempre, desde los chasquis”
Entrevista al coautor, con Kike La Hoz, del libro Largo aliento
Por Carlos Páucar
Hacer un libro con sudor, con innovación, con crónica pura no es tarea fácil. Renzo Gómez Vega y Kike La Hoz han entregado Largo aliento, en donde se muestra la energía wanka, tierra de fondistas. Una de las mejores noticias del 2019, sin duda, fue la aparición de este conjunto de relatos periodísticos, con seres admirables, lejos de Lima y de la pleitesía mediática.
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¿El libro es un homenaje al deporte peruano, a mujeres y hombres luchadores, al mundo andino?
Nos hemos esforzado para que lo sea, aunque suene pretencioso. Ha sido puro punche y talento de una veintena de autores y fotógrafos huancaínos, huancavelicanos, y jaujinos sobre historias que siempre estuvieron allí. Historias que, salvo íconos como Gladys Tejeda o Inés Melchor, no han merecido más que las cortitas de los diarios. El libro, además, intenta ser un retrato de la sociedad wanka. Un acercamiento en zapatillas, digamos.
¿Por qué Huancayo? ¿Crees que es realmente la cuna del fondismo peruano, la Kenia de Sudamérica?
Creemos que sí. Es el gran enigma que nos planteamos resolver. Elda Cantú lo explica muy bien en el prólogo. Las explicaciones son diversas. Desde que muchos chicos empiezan a correr por necesidad porque no tienen con qué movilizarse hasta que el fondismo se ha convertido en una ruta de progreso. Hay un texto en pared de Jhovana Mendoza y Ana Cecilia Matías que revela cosas como que los fondistas de altura ensanchan más los huesos que los del llano. O que alcanzan su pico de rendimiento en condiciones de menos oxígeno. Existe un ADN wanka. Hay indicios a partir de investigaciones científicas muy serias. Pero lo cierto es que hemos corrido siempre, desde los chasquis.
En Largo aliento aparecen Inés Melchor, Gladys Tejeda, Juan José Castillo, entre otros... ¿Cuál reportaje fue el más difícil de conseguir y por qué?
Todos han tenido su dosis de sudor. Y de sudor literal. Uno de los autores, Hans Camposano, quien además es ingeniero, hizo junto con Jorge Jaime, editor fotográfico del libro, el camino que hacen dos niños diariamente desde su pueblo hasta la escuela. Y son kilómetros. Daniel Mitma persiguió a Tejeda y contó esa persecución. Algo parecido le tocó a Edvan Ríos, aunque Inés fue menos huidiza. Es lo que le corresponde a todo periodista: hacer la tarea.
Hacer crónicas, Renzo, requiere mucho trabajo, mucha información, construir historias... ¿Qué te seduce de ellas?
Me seduce que silenciemos el WhatsApp un ratito, y le dediquemos tiempo. Que dejemos de ver una compilación de memes, que son tan divertidos, para sumergirnos en una historia que no sabíamos que podía interesarnos. Que dejemos de opinar tanto y tratemos de entender un poquito todo lo que está sucediendo.
¿Te sientes un cronista por vocación o lo haces por chamba?
Me siento periodista. Me encantaría ser un mejor reportero. Ser más audaz. Seguir un tema durante muchos meses y hallar algo poderoso. O tener más lecturas antes de enfrentarme a un texto. Pero uno hace lo que puede. Eso sí, trato de escribir con ritmo y amor propio.
¿Quiénes son tus referentes en el mundo de la crónica?
La crónica es de nicho. Siempre lo ha sido. Y por lo tanto, uno termina leyendo a la mayoría tarde o temprano. Pero creo que para varios de mi generación, que entramos a la adolescencia en los 2000, Etiqueta Negra ha sido la gran escuela. Todos los que pasaron por allí siguen teniendo algo que decir. Y siguen diciéndolo bien.
¿Qué alistas, qué proyectas pronto para ese espíritu croniquero?
Me cuesta ser metódico y entregar todo a tiempo. Me suelo quedar con una carga de frustración antes de soltar un texto. Pero hay muchas historias deportivas en espera de autor. Como los fondistas de los Andes, hay que prepararse y estar a la altura.