Fuerza Popular, con Keiko Fujimori y el Frente Nacional con Marine Le Pen, tienen posibilidades de llegar al poder en el Perú y Francia,respectivamente, liderando sendos partidos personalistas. En ambos casos se trata de las hijas de los fundadores de sus respectivas corrientes políticas, Alberto Fujimori y Jean-Marie Le Pen. La aparente construcción de estas dinastías políticas pasa, sin embargo, por resolver la difícil y compleja relación que establecen hijas y padres. Keiko Fujimori acompañó a su padre cuando reemplazó a su madre, como primera dama, en 1994. Fue congresista en el 2006 y, en el 2011, llegó a la segunda vuelta presidencial, siendo derrotada por Ollanta Humala. Las limitaciones para crecer debido al antifujimorismo, anclado en temas de rechazo a la corrupción y la violación de los derechos humanos, fue más fuerte. Marine Le Pen llegó a la cabeza del Frente Nacional luego que su padre, Jean-Marie Le Pen, lograra alcanzar la segunda vuelta, en el 2002, para luego ser estrepitosamente derrotado por Jacques Chirac. El rechazo al conservadurismo y la xenofobia que encarnaba Jean-Marie Le Pen, fue más intenso que su crecimiento. Si bien Keiko como Marine fueron escogidas por sus padres para liderar sus respectivos partidos, el tránsito fue progresivo. Keiko unificó a todos los fujimoristas bajo su mando en Fuerza Popular y Mariene logró ser elegida presidenta del Frente Nacional. Sin embargo, fue la opinión pública, primero, y los votantes después, quienes legitimaron sus carreras políticas. En ambos casos las hijas necesitaron ampliar el radio de acción de sus respectivos partidos a sectores que antes rechazaban a sus padres. Pero existía la necesidad de mantener a los cuadros históricos y sus logros políticos, pero también la de cambiar el alcance y la imagen de un partido más abierto. Un dilema crucial del que no podían evitar dar respuesta. Qué hacer y qué evitar, qué tomar y qué descartar, qué decir y qué callar, fueron algunas de las interrogantes que Keiko Fujimori y Mariene Le Pen han tenido que enfrentar, con mayor razón si ambas se nutren de un votante agradecido e identificado con los padres y de un apellido que, si no lo hubieran tenido, estarían lejos de ser protagonistas de estas historias. Reconocen de los padres lo central pero han debido evolucionar, produciendo un inevitable choque con sus progenitores. En el caso francés, Jean-Marie Lepen fue expulsado del Frente Nacional, lo que significó, en términos freudianos, matar al padre, para así sobrevivir y ampliar su base electoral, haciéndose autónoma como una adulta, recreando el Frente Nacional. Keiko Fujimori ha tenido a un padre ausente, primero prófugo y luego sentenciado a 25 años de prisión, lo que le ha facilitado desplazar progresivamente a los llamados albertistas, tanto de la dirección de Fuerza Popular como de las listas regionales y locales con motivo de las elecciones del 2014. Distanciarse del padre requirió organizar Fuerza Popular, de manera estructurada y disciplinada alrededor de ella y tomar nuevas posturas en temas de corrupción y violación de los derechos humanos, imputadas al gobierno de su padre. Pero, a diferencia del caso francés, estos cambios no han terminado. La presión del fujimorismo tradicional y del mismo Alberto Fujimori para que acepte en su lista a congresistas que quería reelevar y para que reivindique el gobierno autoritario de los noventa, es fuerte. El capítulo aún no se cierra, pero Keiko Fujimori se juega su futuro en estas semanas. Si rompe con el padre, podría perder un sector de su electorado. Si no lo hace, podría perder nuevamente la elección. Pero ella ya debe saber que el arte de la política, es tomar decisiones.