Cinco días después, como no hay culpables y tampoco cuerpos, empezamos progresivamente a acostumbrarnos, a olvidar minuto a minuto esa manchita moral que nos incomoda. Las mamás de los chicos ya no hacen noticia porque se secaron y por eso ya no lloran sino reclaman. Los peruanos empiezan a manifestar incomodidad porque no pueden transitar por la zona y porque ya quieren volver a comprar su fluorescente barato, pero los bomberos no los dejan.El edificio sigue siendo una tumba y una chimenea, pero ahorrarse un sol comprando un producto bamba que habilita la esclavitud, es prioritario. Argumentemos que esos comerciantes eran malos, pero que todos los demás son buenos y legales. Usemos la pobreza para explicar lo que pasó, así como la usamos para explicar todas nuestras pequeñas atrocidades, omisiones y cegueras voluntarias. Mientras tanto, en Chiclayo mueren por lo menos siete en el incendio de un almacén de colchones. Siempre un almacén de papel, un almacén de computadoras, un almacén de aguarrás. Nuestro país es un enorme almacén de algo muy inflamable y tóxico.Era tan enorme la jaula que sigue ardiendo. Tan grande que no se apaga hasta hoy. Era tanta la luz que hacía el fuego que todas las autoridades corrieron a hacerse fotos estorbando en medio del humo.La jaula era gigante y no la vimos. Tampoco vimos a Jovi y a Tubito hasta que al fin los vimos agitando los bracitos, pero ya no se podía hacer nada. Incluso en la muerte todavía no aparecen, pero en adelante van a ser usados como metáfora y ejemplo de mil cosas por gente muy hipócrita.El Perú no es un mendigo sentado en un banco de oro. Es un esclavo encerrado en un container, en un país que mira solo el exterior del container y aplaude el desarrollo.❧El edificio sigue siendo una tumba y una chimenea.