En los últimos días hemos sido testigos de dos manifestaciones públicas de apoyo a Sendero Luminoso y al MRTA: primero los representantes del Movadef marcharon por las calles del Centro de Lima con pancartas que glorificaban la figura del asesino Abimael Guzmán y del resto de crápulas que lo acompañó en su sanguinaria empresa. Esto, dicho sea de paso, mientras la cúpula de Sendero enfrentaba una nueva audiencia del proceso que se le sigue por el atentado terrorista que, en 1992, acabara con la vida de 25 personas en Tarata.El día de ayer, los abogados de fachada del MRTA convocaron a una conferencia en el Hotel Bolívar para plantear una serie de cuestiones frente a la prensa. La sesión, finalmente, se canceló. Más allá del revuelo justo que volver a ver al fundamentalismo en las calles hay otro asunto vinculado del que mucho se ha dicho: ¿por qué los medios de comunicación les dan cabida a grupos como estos? ¿Deben los medios de comunicación echar luz a acciones que solo buscan utilizarlos para difundir ideas que ya mancharon al país con sangre?La respuesta es que sí: los medios de comunicación no tienen por qué mirar hacia otro lado. Y es aquí que cabe reflexionar sobre el rol de la prensa: informar es el fin último. Que grupos como estos anden por nuestra ciudad es un hecho, sin duda, noticioso. La prensa está en la obligación moral que asume frente a su audiencia de transmitir la información. Información que puede, luego, editorializar. Pero pedirle silencio a la prensa como parte de una estrategia antisubversiva no solo es disparatado, sino que confunde roles profundamente.Al terror se le derrota con ideas. Lo que necesitamos es hablar. Hablar mucho.