En uno de los barrios más inseguros de Comas se alza el proyecto Fitekantropus, que ha transformado un tradicional comedor popular en un moderno espacio público.,La Balanza, barrio creativo,La Balanza, barrio creativo,La Balanza, barrio creativo,Durante las noches de guardia, Celia Solís y sus dos compañeras de turno solo tenían dos linternas, un colchón y un foco que nunca prendían por miedo a imprevistos. Una vez a la semana, las tres cocineras se convertían en las guardianas del comedor San Martín del Once, en el barrio de La Balanza, en Comas. Desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana se encerraban con candado en un depósito donde guardaban los materiales para remodelar su cocina. "No queríamos que los roben. Los protegíamos", dice Celia. PUEDES VER: Parque de Comas se convertirá en supermercado al no ser ‘rentable’ Esa fue la rutina entre marzo y octubre de 2014. Cerca de veinte madres, de 25 a 72 años, se turnaban para dormir en el depósito del comedor popular; mientras que, por las mañanas, los obreros y arquitectos cambiaban el techo de calamina, rediseñaban los viejos espacios, y comenzaba así la implementación de Fitekantropus, un proyecto integral que busca potenciar más espacios públicos y culturales en La Balanza, uno de los barrios más antiguos y con alto nivel de inseguridad en Comas. Este comedor era solo el inicio. Un solo objetivo Las madres fueron las guardianas del comedor. Félix, el electricista del barrio, conocido como "El fiscal", instaló las conexiones de luz. Carlos Martínez, el soldador, levantó las estructuras del primer piso y del que sería el segundo. Andrés, vecino de Monte Calvario, comenzó sus labores como obrero. Su mamá, María, trabaja en el comedor popular; su hermano Moisés participa en los talleres de carpintería impartidos en el segundo piso; y su papá, Pedro, se acaba de incorporar al equipo de obreros. Todo gira alrededor del comedor San Martín del Once, que ahora no solo tiene techo de concreto, sino una biblioteca, una sala multiusos, un patio. Este comedor, adquirido por las madres del barrio en 1999, ahora es un local comunal, el más grande de La Balanza. Lo inauguraron el mes pasado. "Este local siempre ha sido el centro de todo", cuenta la vecina y socia Luisa Ramírez (36). Para convertirlo en un local comunal pasaron diez años. En el 2007, los arquitectos Javier Vera (36) y Eleazar Cuadros (34), entonces estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniería, llegaron a Comas por la Fiteca (Fiesta Internacional de Teatro en Calles Abiertas) y detectaron que las actividades culturales en La Balanza necesitaban más espacio. "Durante la actividad, el parque Tahuantinsuyo es una maravilla de espacio público. Todos conviven –dice Javier–. Pero el resto del año está prácticamente privatizado. No hay espacio de todos”. Así también piensa el resto del equipo de Fitekantropus, integrado por Eleazar Cuadros, y Paula Villar (26). Este proyecto ha recibido premios en Barcelona y del Banco de Desarrollo de América Latina. Un camino largo Autogestión, promesas políticas incumplidas, talleres, reuniones comunales, financiamiento de instituciones extranjeras. Los materiales para construir esta idea tardaron. La comunidad y la sociedad civil impulsaron el proyecto antes que las autoridades. Los vecinos empezaron a acondicionar el barrio con llantas de colores y palos. "Luego intervenimos el comedor San Martín del Once porque era el único lugar que tenía una infraestructura pública y adecuada para hacer un espacio comunal”, dice Javier. A inicios del 2016, dos años después de las guardias de Celia y sus compañeras, comenzó la construcción del segundo piso del comedor. Allí hoy los vecinos reciben talleres de carpintería, cerrajería, arquitectura; ven funciones de teatro y de cine; tienen una biblioteca. El nuevo local comunal se ha convertido en un punto de encuentro fabricado con materiales reciclados: hornillas que funcionan como protectores de ventanas; cucharones que ahora son manijas de puertas. Un mes después de la inauguración del local comunal, los vecinos siguen trabajando en el parque Tahuantinsuyo, en las faldas del cerro Elefante, a la altura de la cuadra 11 de la avenida Túpac Amaru. Están entusiasmados con el primer gran logro. Aunque este sea solo el inicio. Así lo dice el animador cultural de La Balanza, Jorge Rodríguez, desde el segundo piso del local: “Este solo es un pedacito de sueño –explica el también promotor de la Fiteca–. Nosotros tenemos una frase, una pregunta: ¿Cómo hacer de la calle un verso para convertir el barrio en un hermoso poema?”.