IFEA: un espacio de diálogo entre la tradición y lo contemporáneo
La remodelación del Instituto Francés de Estudios Andinos fue llevada a cabo por los arquitectos Augusto Roman, Jose Bauer y Enrique Santillana. Conversamos con ellos acerca de su propuesta de rescatar un patrimonio no material, sino técnico.
Frente al Parque de los Ingleses en el malecón de Barranco, una casa morada de 1900 aloja al Instituto Francés de Estudios Andino (IFEA). Es morada y colinda con dos casa semejantes. Un largo pasadizo invita a pasar al patio central de lo que fue la residencia de Carlos Brignardello, arqueólogo amateur que tuvo mucho vínculo con el IFEA. Al llegar, Héctor Huerto, encargado de la magnífica librería de la institución, me explica que Brignardello decide donar la propiedad al instituto cuando muere. Pone dos condiciones: que le den uso para el IFEA y no la subalquilen o hagan otro tipo de actividad acá, y que construyan la biblioteca y las oficinas de investigación en este terreno. Hoy ambas se han conseguido gracias al fondo que Brignardello dejó destinado a la remodelación del proyecto y al excepcional trabajo de remodelación de los arquitectos Augusto Román, Jose Bauer y Enrique Santillana.
Irène Favier, directora del instituto, me cuenta un poco de la historia del sitio. Fundado en 1948 bajo la cooperación binacional franco-peruana, inaugura con Julio C. Tello representando al Perú y Jean Béllard de Francia. El centro se enfoca principalmente en investigar temas de ciencias sociales. Su fuerte es arqueología, pero también temas de lingüística como el libro que sacaron recientemente de Cesar Itier sobre lingüística quechua. También abordan temas de historia, geografía y antropología. Además del espacio de investigación, cuentan con una librería, un café y una biblioteca abierta al público.
No conozco un espacio arquitectónicamente mejor propuesto para una biblioteca. Toda la intervención en el recinto es impecable. Román, Bauer y Santillana se propusieron valerse de una arquitectura contemporánea, pero respetando las técnicas de trabajo originales de la casa. “El proyecto tenía dos elementos: la casona monumental había que conservarla y ver cómo mejorar la estructura frente a posibles sismos”, explica Bauer. “Lo primero era ver cómo hacíamos un edificio que dialogue, no sólo con el valor monumental de la cazona, sino con la zona monumental de Barranco sin caer en copiar la tipología de la fachada. Queríamos hablar sobre cómo se construía en esa época y dar valor a las construcciones de esa época”.
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Patio central y biblioteca. Foto: Juan Solano
Augusto explica que lo primero que hicieron fue reforzar la casona. “Liberamos varias paredes del enlucido de adobe. Colocamos una malla y reforzamos algunos pilares de madera que están escondidos en el muro. En la entrada, necesitamos hacer una estructura para darle seguridad. Es la ruta de evacuación y debimos protegerla de que el muro lateral no se vuelque en caso de un sismo. Pero también nos interesaba anunciar que había algo nuevo. Aprovechamos la entrada como una invitación a entrar. La idea es captar la atención desde la calle y que el pasadizo lleve al patio interior que vemos al final, en donde se realizan la mayor parte de las actividades. La casona está ocupada por las oficinas administrativas y el sitio público es el patio. Así, el pasadizo funciona como una extensión de la calle. La cercha y la fuente de agua fueron oportunidad que encontramos en el patio para captar la atención de quien pase por afuera. El sonido del agua te invita a entrar. Sabes que algo está pasando adentro”, dice Roman.
Es cierto, es inevitable no sentirse atraído por el largo pasadizo. Una selección de fotografía colgadas forman una suerte de exhibición que dirige al patio. Los pisos son empedrados siguiendo el modelo de los patios coloniales. “Utilizamos canto rodado, pero con un diseño más geométrico y contemporáneo”, me explica Jose. “Originalmente, habían varios niveles con gradas, pero nos interesaba uniformar para que pueda ser accesible a gente que viene en silla de ruedas. Sacamos toda esa tierra. No podíamos meter grúas ni maquinaria pesada. Todo se hizo de forma manual. La tierra que retiramos la aprovechamos para hacer los paneles de quincha de la biblioteca y para aumentar el barro que necesitábamos para la refacción interior de la casona”.
—¿Cómo se logra una propuesta contemporánea que mantenga una comunicación estética con la casona de comienzos del siglo pasado?
—JB: Tratamos de no imitar un lenguaje o una forma, sino tener un enfoque más orientado a usar las técnicas de construcción de la época. En casi todas las casonas de dos pisos de Barranco, el primer piso es de adobe y el segundo piso es de quincha. Lamentablemente, mucha gente no es consciente de eso. Piensan que la quincha o el adobe no son seguros. Es evidente que lo son. Bastantes distritos tienen construcciones de estos materiales que siguen en pie a pesar de muchos sismos. Son materiales muy pertinentes para el clima porque son frescos en verano y calientes en invierno. Buscamos hacerlo evidente en este proyecto con el fin de empezar a romper con ese mito de que son sistemas constructivos y materiales pobres, poco eficientes y que no pueden ser contemporáneo.
—AR: Lo que hay es una valoración del patrimonio inmaterial. Estamos acostumbrados a valorar el patrimonio como algo edificado construido, pero no considerando lo que ha permitido que eso se construya. Es decir, las técnicas y la cultura detrás. Se valora menos. Me parece que esto es importante pues cómo vamos a mantener un tipo de edificio, si no sabemos cómo construirlo. Hemos perdido técnicas valiosísimas. No hay nada más flexible en un sismo que la quincha. Es una estructura de madera, con barro o con caña, que resiste muy bien y nunca termina de voltearse. Se raja, se mueve, pero no se cae ni se quiebra.
Fin del pasadizo que lleva al patio Foto: Juan Solano
Como señala Irène, hay un en la propuesta un cuidado por lo que se entiende por patrimonio similar a la que se trabaja en el instituto como uno de los principales focos de investigación. De hecho, como explica Augusto, “ya desde el concurso de arquitectura para ejecutar el proyecto se pedían técnicas que respetaran los recursos culturales y que promovieran una idea de sostenibilidad”. Además, a nivel de estético, hay un sistema de proporciones que no es arbitrario o casual. “Se ha construido siguiendo las tiras horizontales para hablar de esas capas de compresión que usualmente usan las casas de adobe en el primer piso. En el segundo, usamos líneas verticales que son como estos paramentos de la quincha y que dan origen a estos vanos más verticales que uno ve en las estructuras tradicionales. Estéticamente o compositivamente hay unas proporciones y una direccionalidad, pero lo que más nos interesaba era que construir un poquito como se hacía antes e incluso mejor porque, para llegar a esto, hemos incorporado el fruto de muchas investigaciones de otros grupos. Por ejemplo, hemos aplicado lo que el Centro Tierra viene investigando hace más de diez años sobre la tierra, el adobe y la quincha. Gracias a esas investigaciones, hemos llegado a una mezcla muy ligera, que no es puro barro, sino que tiene mucha paja con cascarilla de arroz usada como capas impermeabilizantes”.
Además, Jose cuenta que trabajaron con el ingeniero Urbano Tejada, quien ha revisado las normas del comportamiento sísmico de adobe quincha, tapial. “Él lleva muchos años trabajando en cómo mejorar estas técnicas constructivas para que sean sismoresistentes o tengan una mejor resistencia. Hemos aplicado esto y luego lo revisamos con él y el arquitecto Takahashi, que es especialista en madera en Perú. Él tiene mucha experiencia construyendo madera y fue quien nos asesoró con todo el tema de las vigas, que son laminadas. No es madera completa, sino son pedazos de madera que están pegados. Además, son unas vigas postensadas que nos permitían tener unas mayores luces. Si hubiéramos querido hacer esto con madera maciza, habrían resultado unas vigas muy toscas, anchas y altas. Entonces, todo el trabajo de diseño y construcción ha sido muy colaborativo. Siempre estuvimos muy bien asesorados”.
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“El patio finalmente”, continúa Bauer, “es esa recepción de la vía pública, como decía Augusto, donde tú te encuentras y enfrentas a las dos construcciones: la casona patrimonial, lo antiguo que se está preservando; y el nuevo edificio del otro lado, que utiliza ese sistema constructivo pero de una forma contemporánea. Nos interesaba también que sea un edificio muy pedagógico en el sentido de que muestre cómo es la estructura. Elegimos, por ello, mostrar la madera y el barro. Así, los estudiantes de arquitectura y el público en general pueden venir y ver que es posible construir con quincha, sin que se deje de ver contemporáneo. No deja de ser seguro, uno puede entrar a las oficinas y trabajar ahí y sentir que el confort térmico es increíble. Espacialmente fue un reto porque el terreno es ancho inicialmente, pero luego se angosta y se vuelve muy delgado. Al concursar, pensamos en cómo hacer las oficinas, la sala de biblioteca, los espacios de investigación y más, en una zona donde prácticamente no es posible poner ventanas porque tienes vecinos en todo el perímetro, salvo en la fachada que mira al patio. Encontramos la solución en elementos que tenemos en el Patrimonio de Lima: las teatinas”.
Entramos a la biblioteca y compruebo lo que dice Jose. Es un ambiente fresco, cómodo y muy bien iluminado. Se ilumina y ventila de forma natural con las teatinas que luego vamos a ver en el segundo piso. La puerta es enorme. “Había este interés en que desde la fachada veas esta gran puerta como un elemento que te baja la escala”, explica Jose. “Cuando llegas y ves la doble altura se genera un efecto de sorpresa porque desde afuera pensarías que se trata de un espacio oscuro, pero entras y está iluminado”.
La paredes tienen puertas con rendijas de distintas formas. ¿ tienen algún motivo?, pregunto. “Es por razones acústicas”, me responde Augusto. “Cuando aquí se dan presentaciones las rendijas absorben el sonido y no generan mucho eco. Para esto se suelen usar otros método, pero pensamos que esas ranura podían hablar de lo que había aquí, de la acumulación de textos y de lo que se usó fue en el primer párrafo del manuscrito de Huarochirí, donde se habla de la importancia de la escritura y del archivo. Ahí se dice algo como que ‘si nosotros los indios hubiéramos tenido escritura, podríamos haber guardado los recuerdos de nuestros antepasados’, y eso está traducido al quechua y al francés”.
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Uno de los grandes logros del espacio es sin duda el aprovechamiento del terreno a través de la flexibilidad. El presupuesto no daba para generar sótanos o hacer algo muy grande, por lo que debieron utilizar mecanismos inteligentes que permitan versatilizar los ambientes. La biblioteca funciona como una continuidad del patio gracias a su amplia entrada. Además, es posible dividir la biblioteca de manera que las oficinas de esta queden aisladas a través de una pared corrediza de madera, como me enseña Jose.Gracias a unos paneles que se pueden bajar es posible proyecta presentación y las sillas se pueden prolongar hacia el patio si se cuenta con un público mayor. Las mesas se pliegan y se acomodan según se requiera. Una puerta con un pasillo lleva a una mediateca para dos personas y a un cuarto seguro donde tienen el material muy delicado de cintas de audio video. Además, cuentan con una enorme colección de libros administrados en muebles giratorios, organizado en metros lineales para aprovechar el poco espacio de almacenamiento.
Espacio de investiación. Foto: Juan Solano.
Para el encofrado del edificio, utilizaron las tablas que sacaron de los restos de construcciones que hallaron en el patio. “Es como una manera de dejar una huella de lo que estaba anteriormente ocupando este lugar. Inclusive las bancas que ves están hechas con las vigas recuperadas de esas construcciones anteriores”, cuenta Jose. En el segundo piso hay un segundo patio que antecede a la zona de los investigadores. Las paredes son el resultado del asesoramiento antes mencionado. Las salas están compuestas por paneles de quincha más delgados de lo habitual, con bastidores de madera, y caña entrelazada al interior. El barro con la paja lo recubren y luego dos centímetros de barro con cascarilla de arroz terminan de enlucir cada panel. “Hay toda esa inversión del Centro Tierra para ponerle más paja y ver qué proporción de paja se coloca para que no pesen tanto y poder tener unas estructuras de madera más esbeltas”, explica Jose mientras señala un cuadrado en el que han dejado expuesto el interior de las paredes. Sorprende la profundidad del espacio de investigación. Los techos son altos y muestran grande teatinas multiformes que permiten ventilar el espacio sin necesidad de aire acondicionado ni ventiladores. Las ventanas de los escritorios capta el viento que viene del sur y según cuánto se abran las ventanas es posible regular cuánto viento circula. Funcionan con efecto Venturi, aceleran la velocidad del viento y generan una ventilación cruzada mucho más continua. Las paredes de barro dan calidez al espacio, y con una película película de almidón de arroz se evita que el barro siga respidando para que no desprenda polvo al contacto. Todo el edificio es eso: conocimiento teórico que se ha hecho práctico.
Como cuenta Augusto, hasta el momento de la construcción, los albañiles nunca habían construido con tierra. El resultado fue que todos se fueron sabiendo después de aprender con un especialista. Así, para todos, el proyecto de remodelación del IFAE ha sido un aprendizaje y una posibilidad de recuperar un patrimonio olvidado. No solo se han recuperado técnicas, sino que se han mejorado y compartido. El instituo es, sin duda, un estupendo ejemplo de un espacio en el que diversos conocimientos se comparten y alimentan entre sí.